7012683 tuchman barbara la marcha de la locura

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  • BARBARA W. TUCHMAN

    LA MARCHA DE LA LOCURA

    LA SINRAZN DESDE TROYA HASTA VIETNAM

    F O N D O D E C U L T U R A E C O N M I C A M X I C O

  • Primera edicin en ingls, 1984 Segunda edicin en ingls, 1984 Primera edicin en espaol, 1989 Ttulo original: The March of Folly. From Troy to Vietnam 1984, Barbara W. Tuchman Publicado por Alfred A Knopf, Inc., Nueva York ISBN 0-394-52777-1 D R. 1989, FONDO DE CULTURA ECONMICA, S. A. DE C.V. Av. de la Universidad, 975; 03100 Mxico, D.F. ISBN 968-16-3155-2 Impreso en Mxico

  • N D I C E Agradecimientos 9 I. Una poltica contraria al propio inters 11 II. El prototipo: los troyanos llevan el caballo de madera dentro de sus muros 38 III. Los papas renacentistas provocan la secesin protestante: 1470-1530 52

    1. Asesinato en una catedral: Sixto IV, 1471-1484 61 2. Aliado del infiel: Inocencio VIII, 1484-1492 64 3. Depravacin: Alejandro VI, 1492-1503 71 4. El guerrero: Julio II, 1503-1513 86 5. La escisin protestante: Len X, 1513-1521 98 6. El saco de Roma: Clemente VII, 1523-1534 110

    IV. Los ingleses pierden Estados Unidos 121

    1. Quin est dentro, y quin est fuera: 1763-1765 121 2. Afirmar un derecho que sabis que no se puede ejercer:1765 141 3. La insensatez a toda vela: 1766-1772 157 4. Recordad a Roboam!: 1772-1775 179 5. ... Una enfermedad, un delirio: 1775-1783 195

    V. Los Estados Unidos se traicionan en Vietnam 221

    1. En embrin: 1945-1946 221 2. La autohipnosis: 1946-1954 232 3. Creando al cliente: 1954-1960 254 4. Casados con el fracaso: 1960-1963 266 5. La guerra del ejecutivo: 1964-1968 292 6. Mutis: 1969-1973 337

    Eplogo: Una linterna en la popa 361

  • Y no puedo ver razn para que alguien suponga que en el futuro los mismos temas ya odos no sonarn de nuevo... empleados por hombres razonables, con fines razonables, o por locos, con fines absurdos y desastrosos.

    JOSEPH CAMPBELL. Prlogo a The Masks Of God: Primitive Mythology, 1969.

  • A G R A D E C I M I E N TO S

    Deseo expresar mi agradecimiento a quienes de diversas maneras han contri- buido a este libro: al profesor William Wilcox, presentador de los Benjamin Franklin Papers en la Universidad de Yale, por su lectura crtica del cap- tulo IV; a Richard Dudman, exjefe de oficina del St. Louis Post-Dispatch en Washington y autor de Forty Days with the Enemy (un testimonio de su cautiverio en Camboya), por haber ledo el captulo v; al profesor Nelson Minnich, de la Universidad Catlica de Amrica por haber ledo el captulo III. leer no significa estar de acuerdo, particularmente en el caso del ltimo nombrado. Slo yo soy responsable de todas las interpretaciones y opiniones.

    Por consulta o ayuda en varios aspectos, estoy en deuda de gratitud con el profesor Bernard Bailyn, del Departamento de Historia de la Universidad de Harvard; con el doctor Peter Dunn, por sus investigaciones sobre el re- greso de las tropas francesas a Vietnam en 1945; con Jeffrey Race, por hacerme conocer el concepto oculto bajo el trmino disonancia cognosci- tiva; con el coronel Harry Summers, del Army War College; con Janis Kreslins, de la biblioteca del Council on Foreign Relations; y con todas las personas enumeradas en las referencias del capitulo V, que tuvieron la ama- bilidad de ponerse a mi disposicin para preguntas orales.

    Por su ayuda para descubrir ilustraciones, estoy en deuda con la profesora Emily Vermuele, del Departamento Clsico de Harvard; con Joan Sussler, del Museo Lewis-Walpole en Farmington, Connecticut, y con sus colegas; con Marc Pachter, de la Galera Nacional de Retratos de Washington, D. C.; con el Departamento de Impresos y Dibujos y el Departamento Griego y Romano del Metropolitan Museum of Art de Nueva York; con el Departa- mento de Impresos y Fotografas de la Biblioteca del Congreso; con Charles Green, del Museum of Cartoon Art; con Catherine Prentiss, del Newspaper Comics Council; y con Hester Green, de A. M. Hearth and Company, Londres, por su mano mgica aplicada a la Galera Nacional de Retratos (Londres), y el Museo Britnico. Todo esto debe su existencia coherente a Mary McGuire, de Alfred A. Knopf, quien sigui una corriente de materiales desconectados y alcanz a atar los cabos sueltos. Mi gratitud extra a Robin Sommer, por su devota y eficaz vigilancia de la precisin en las pruebas.

    Nuevos agradecimientos a mi esposo, el doctor Lester R. Tuchman, por sugerirme a Roboam y por descubrir las referencias a la guerra de sitios en la antigedad y la ilustracin de una mquina asira de sitios; a mi hija y mi yerno, Lucy y David Eisenberg, y a mi hija Alma Tuchman por leer todo el manuscrito haciendo comentarios tiles; a mi agente, Timothy Seldes, de Russell and Volkening, por su disponibilidad y ayuda cada vez que se necesit; y a mi corrector y editor, Robert Gottlieb, por su juicio crtico y su paciencia inagotable ante las angustias de los escritores, que le dan lata por telfono.

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  • I . U N A P O L T I C A C O N T R A R I A A L P R O P I O I N T E R S

    UN FENMENO que puede notarse por toda la historia, en cualquier lugar o perodo, es el de unos gobiernos que siguen una poltica contraria a sus propios intereses. Al parecer, en cuestiones de gobierno la humanidad ha mostrado peor desempeo que casi en cualquiera otra actividad humana. En esta esfera, la sabidura que podramos definir como el ejercicio del juicio actuando a base de experiencia, sentido comn e informacin disponible, ha resultado menos activa y ms frustrada de lo que debiera ser. Por qu quienes ocupan altos puestos actan, tan a menudo, en contra de los dictados de la razn y del autointers ilustrado? Por qu tan a menudo parece no funcionar el proceso mental inteligente?

    Para empezar por el principio, por qu los jefes troyanos metieron a aquel sospechoso caballo de madera, dentro de sus murallas, pese a que haba todas las razones para desconfiar de una trampa griega? Por qu varios sucesivos ministros de Jorge III insistieron en coaccionar en lugar de conciliarse a las colonias norteamericanas, aunque varios consejeros les hubiesen avisado, repetidas veces, que el dao as causado sera mucho mayor que cualquier posible ventaja? Por qu Carlos XII y Napolen, y despus Hitler, invadieron Rusia, pese a los desastres que haban acontecido a todos sus predecesores? Por qu Moctezuma, soberano de ejrcitos valerosos e impacientes por combatir, y de una ciudad de 300000 habitantes, sucumbi con pasividad ante un grupo de varios centenares de invasores extranjeros, aun despus de que haban demostrado, ms que obviamente, que no eran dioses, sino seres humanos? Por qu se neg Chiang Kai-shek a or toda voz de reforma o de alarma, hasta que un da despert para descubrir que el pas se le haba esca- pado de las manos? Por qu las naciones importadoras de petrleo se entregan a una rivalidad por el abasto disponible, cuando un frente unido ante los exportadores les habra permitido dominar la situacin? Por qu, en tiempos recientes, los sindicatos ingleses, en un espectculo luntico, pa- recieron peridicamente dispuestos a asumir a su pas en la parlisis, al parecer bajo la impresin de que estaban separados de todo? Por qu los hombres de negocios norteamericanos insisten en el desarrollo cuando, demostrablemente, est agotando los tres elementos bsicos de la vida en nuestro planeta: la tierra, el agua y un aire no contaminado? (Aunque los sindicatos y las empresas no sean, estrictamente, un gobierno en el sentido poltico, s representan situaciones gobernantes.)

    Aparte del gobierno, el hombre ha realizado maravillas: invent, en nuestros tiempos, los medios para abandonar la Tierra y llegar a la Luna; en el pasado, domin el viento y la electricidad, levant piedras inertes convirtindolas en aladas catedrales, bord brocados de seda a partir de la baba de un gusano, construy los instrumentos msicos, deriv de las corrientes energa motora, contuvo o elimin plagas, hizo retroceder el mar del Norte y cre tierras en su

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    lugar; clasific las formas de la naturaleza, y penetr los misterios del cosmos. Mientras que todas las dems ciencias han avanzado, confes el segundo presidente de los Estados Unidos, John Adams, el gobierno est estancado; apenas se le practica mejor hoy que hace 3000 o 4000 aos.1

    El mal gobierno es de cuatro especies, a menudo en combinacin. Son: 1) tirana u opresin, de la cual la historia nos ofrece tantos ejemplos cono- cidos que no vale la pena citarlos; 2) ambicin excesiva, como el intento de conquista de Sicilia por los atenienses en la Guerra del Peloponeso, el de conquista de Inglaterra por Felipe II, por medio de la Armada Invencible, el doble intento de dominio de Europa por Alemania, autodeclarada raza superior, el intento japons de establecer un Imperio en Asia; 3) incompe- tencia o decadencia, como en el caso de finales del Imperio romano, de los ltimos Romanov, y la ltima dinasta de China; y por ltimo, 4) insensatez o perversidad. Este libro trata de la ltima en una manifestacin especfica, es decir, seguir una poltica contraria al propio inters de los electores o del Estado en cuestin. El propio inters es todo lo que conduce al bienestar o ventaja del cuerpo gobernado; la insensatez es una poltica que en estos tr- minos resulta contraproducente.

    Para calificar como insensatez en este estudio, la poltica adoptada debe satisfacer tres normas: debe ser percibida como contraproducente en su propia poca, y no slo en retrospectiva. Esto es importante, porque toda poltica est determinada por las costumbres de su poca. Como bien lo ha dicho un historiador ingls, nada es ms injusto que juzgar a los hombres del pasado por las ideas del presente. Dgase lo que se diga de la moral, la sabidura poltica ciertamente es variable.2 Para no juzgar de acuerdo con los valores actuales, debemos consultar la opinin de las pocas e investigar slo aquellos episodios cuyo dao al propio inters fue reconocido por sus contemporneos.

    En segundo lugar, debi haber otro factible curso de accin. Para suprimir el problema de la personalidad, una tercera norma ser que la poltica en cuestin debe ser la de un grupo, no la de un gobernante individual, y debe persistir ms all de cualquier vida poltica. El mal gobierno por un solo soberano o un tirano es demasiado frecuente y demasiado individual para que valga la pena hacer una investigacin generalizada. El gobierno colectivo o una sucesin de gobernantes en el mismo cargo, como en el caso de los papas renacentistas, plantea un problema ms importante. (El Caballo de Troya, que pronto examinaremos, es una excepcin al requisito del tiempo, y Roboam al requerimiento del grupo, pero cada uno de stos es un ejemplo tan clsico y ocurri tan al principio de la historia conocida del gobierno, que ambos pueden mostrar cun profundo es el fenmeno de la insensatez.)

    La aparicin de la insensatez es independiente de toda poca o localidad; es intemporal y universal, aunque los hbitos y las creencias de un tiempo y un lugar particulares determinen las formas que adopte. No est relacionada con ningn tipo de rgimen: monarqua, oligarqua y democracia la han

    1 John Adams, carta a Thomas Jefferson, 9 de julio de 1813, en The Adams-Jefferson Letters, Comp. L. J. Cappon, Chapel Hill, 1959, II, 351. 2 Denys A. Winstanley, Lord Chatham and the Whig Opposition, Cambridge, 1912, 129.

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    producido por igual. Tampoco es exclusivo de ninguna nacin o clase. La clase obrera, como est representada por los gobiernos comunistas, no funciona en el poderms racional o eficientemente que la clase media, como se ha demostrado notablemente en la historia reciente. Es posible admirar a Mao Tse-tung por muchas cosas, pero el Gran Salto Adelante, con una fbrica de acero en cada patio, y la Revolucin Cultural, fueron ejercicios opuestos a toda sabidura, que causaron grandes daos al progreso y la estabilidad de China, para no mencionar siquiera la reputacin del presidente. Difcil sera llamar ilustrada a la actuacin del proletariado ruso en el poder, aunque despus de sesenta aos de dominio, hay que reconocerle una especie de brutal xito. Si la mayora del pueblo ruso est mejor que antes en lo material, el costo en crueldad y tirana no ha sido menor. y s probablemente mayor que en la poca de los zares.

    La Revolucin francesa, gran prototipo de gobierno populista, pronto volvi a la autocracia coronada en cuanto encontr un buen administrador. Los regmenes revolucionarios de los jacobinos y del directorio pudieron en- contrar fuerza para exterminar a sus enemigos internos y derrotar a sus enemigos del exterior, pero no pudieron contener lo suficiente a los suyos propios para mantener el orden interno, instalar una administracin com- petente o recabar impuestos. El nuevo orden slo pudo ser rescatado por las campaas militares de Bonaparte, que llev el botn de las guerras extran- jeras para llenar las arcas del tesoro y, despus, lo hizo mediante su com- petencia como ejecutivo. Escogi sus funcionarios sobre el principio de la carrire ouverte aux talents: siendo los talentos deseados inteligencia, energa, laboriosidad y obediencia. Ello funcion durante un tiempo hasta que tambin l, vctima clsica de la hubris, se destruy a s mismo por exten- derse demasiado.

    Seria lcito preguntar por qu, dado que la insensatez o la perversidad es inherente a los individuos, habamos de esperar otra cosa del gobierno. La razn que nos preocupa es que la insensatez en el gobierno ejerce mayor efecto sobre ms personas que las locuras individuales, y por tanto el gobierno tiene un mayor deber de actuar de acuerdo con la razn. Precisamente por ello, y puesto que esto se sabe desde hace mucho tiempo, por qu no ha tomado nuestra especie ciertas precauciones y levantado salvaguardias contra ella? Se han hecho algunos intentos, empezando por la propuesta de Platn de seleccionar una clase, a la que se preparara para ser profesionales del gobierno. Segn su plan, la clase gobernante en una sociedad justa deba estar constituida por hombres que hubiesen aprendido el arte de gobernar, tomados entre los racionales y los sabios. Como Platn reconoca que en la distribucin natural stos escasean, crey que habra que engendrarlos y alimentarlos eugensicamente. El gobierno, afirm, era un arte especial en que la competencia, como en cualquier otra profesin, slo podra adquirirse mediante el estudio de la disciplina, y de ninguna otra manera. Su solucin, hermosa e inalcanzable, fue los reyes-filsofos. Los filsofos deben ser reyes en nuestras ciudades, o los que hoy son reyes y potentados deben aprender a buscar la sabidura como verdaderos filsofos, y as el poder poltico y la sabidura intelectual se encontrarn en uno solo. Hasta ese da, reconoci,

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    no puede haber descanso de las perturbaciones de las ciudades, y, creo yo, de toda la especie humana.3 Y efectivamente, as ha sido.

    La testarudez, fuente del autoengao, es un factor que desempea un papel notable en el gobierno. Consiste en evaluar una situacin de acuerdo con ideas fijas preconcebidas, mientras se pasan por alto o se rechazan todas seales contrarias. Consiste en actuar de acuerdo con el deseo, sin permitir que nos desven los hechos. Queda ejemplificada en la evaluacin hecha por un historiador, acerca de Felipe II de Espaa, el ms testarudo de todos los soberanos: Ninguna experiencia del fracaso de su poltica pudo quebrantar su fe en su excelencia esencial.4

    Un caso clsico en accin fue el Plan 17, plan de combate francs de 1914, concebido de acuerdo con una total dedicacin a la ofensiva. Lo concentr todo en un avance francs hacia el Rin, permitiendo que la izquierda francesa quedara totalmente desguarnecida, estrategia que slo poda justificarse por la creencia fija en que los alemanes no podran encontrar hombres suficientes para extender su invasin a travs del Occidente, por Blgica, y las provincias costeras francesas. Esta suposicin se bas en la idea igualmente fija de que los alemanes nunca emplearan sus reservas en la primera lnea. Las pruebas de lo contraro que empezaron a llegar al Cuartel General francs en 1913 tuvieron que ser, y siguieron sindolo, absolutamente rechazadas para que ninguna preocupacin por una posible invasin alemana por el Occidente fuese a apartar fuerzas de una ofensiva directa francesa, hacia el Este, hacia el Rin. Cuando lleg la guerra, los alemanes pudieron utilizar y utilizaron sus reservas en la primera lnea y emprendieron el largo camino, por el Oeste, con resul- tados que determinaron una guerra prolongada y sus terribles consecuencias para nuestro siglo.

    Testarudez es, asimismo, el negarse a aprender de la experiencia, caracte- rstica en que fueron supremos los gobernantes medievales del siglo XIV. Por muchas veces y por muy obviamente que la devaluacin de la moneda alterara la economa y enfureciera al pueblo, los monarcas Valois de Francia recurrieron a ella cada vez que se encontraron en desesperada necesidad de dinero, hasta que provocaron la insurreccin de la burguesa. En la guerra, oficio de la clase gobernante, la testarudez fue notable. Por muy a menudo que las campaas que requeran vivir de una regin hostil terminaran en hambre y aun en muerte por inanicin, como en el caso de las invasiones de Francia por los ingleses en la Guerra de los Cien Aos, regularmente se lanzaron campaas que inevitablemente tenan este destino.

    Hubo otro rey de Espaa a comienzos del siglo XVII, Felipe III, que, segn se dice, muri de una fiebre que contrajo por permanecer demasiado tiempo cerca de un brasero, acalorndose desvalidamente, porque no fue posible encontrar al funcionario encargado de llevarse el brasero. A finales del siglo XX, empieza a parecer que la humanidad puede estar acercndose a una etapa similar de insensatez suicida. Se pueden ofrecer tantos casos, y con ta1 prontitud, que podemos seleccionar tan slo el caso principal: Por qu las

    3 Platn, La Repblica, V, 473. 4 Encyclopaedia Britannica, 14a. ed., annimo.

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    superpotencias no empiezan a despojarse mutuamente de los medios del suici- dio humano? Por qu invertimos todas nuestras capacidades y nuestras riquezas en una pugna por la superioridad armada que nunca podra lograrse por un tiempo suficiente para que valga la pena tenerla, y no en un esfuer- zo por encontrar un modus vivendi con nuestro antagonista. es decir, un modo de vida, no de muerte?

    Durante 2 500 aos, los filsofos de la poltica, desde Platn y Aristteles, pasando por Toms de Aquino, Maquiavelo, Hobbes, Locke, Rousseau, Jefferson y Madison, hasta Hamilton, Nietzsche y Marx han dedicado sus ideas a las cuestiones principales de la tica, la soberana, el contrato social, los derechos del hombre, la corrupcin del poder, el equilibrio entre la libertad y el orden. Pocos, salvo Maquiavelo, que se preocup por el gobierno tal como es y no como debiera ser, se preocuparon por la simple insensatez, aunque sta ha sido problema crnico y omnipresente. El conde Axel Oxens- tierna, canciller de Suecia durante el tumulto de la Guerra de los Treinta Aos, a las rdenes del hiperactivo Gustavo Adolfo, y verdadero gobernante del pas, aunque supuestamente a las rdenes de su hija, Cristina, tuvo amplia experiencia en qu basar la conclusin a que lleg en su lecho de muerte: Conoce, hijo mo, con qu poca sabidura se gobierna al mundo.5

    Como la soberana individual fue, durante tanto tiempo, la forma normal

    de gobierno, muestra las caractersticas humanas que han causado la insen- satez en el gobierno desde que tenemos noticia. Roboam,6 rey de Israel e hijo de Salomn, sucedi a su padre a la edad de 41 aos, cerca de 930 a.C., un siglo, poco ms o menos, antes de que Homero compusiera la epopeya nacional de su pueblo. Sin perder tiempo, el nuevo rey cometi el acto insen- sato que dividira a su nacin y perdera para siempre sus 10 tribus del norte, colectivamente llamadas Israel. Entre ellas haba muchas a las que se haba enajenado por causa de excesivos impuestos en forma de trabajos forzosos exigidos por el rey Salomn y que, durante su reinado, ya haban hecho un intento de secesin. Se haban reunido en torno de uno de los generales de Salomn, Jeroboam, poderoso hombre de valor, que decidi encabezar una revuelta, de acuerdo con la profeca de que l heredara el gobierno de las 10 tribus. El Seor, hablando por la voz de cierto Ahias Silonita, desem- pe un papel en el asunto, pero este papel, entonces y despus, es oscuro y parece haber sido insertado por unos narradores que consideraron que la mano del Todopoderoso deba intervenir. Al fracasar la revuelta, Roboam huy a Egipto, donde fue bien acogido por Sesac, rey de tal pas.

    Reconocido como rey indiscutible por las dos tribus meridionales de Judea y de Benjamn, Roboam, consciente de la inquietud que haba en Israel, emprendi al punto el viaje hasta Sichem, centro del norte, para obtener la lealtad del pueblo. En cambio, le sali al encuentro una delegacin de representantes de Israel, quienes le pidieron que aliviara el pesado yugo de los trabajos forzosos que les haba impuesto su padre y le dijeron que,

    5 Bartletts Familiar Quotations. 6 Sobre Roboam, cf. 1 Reyes 11:43, 12:1 y 4; II Crnicas 9:31, 10:1 y 4. Sic. Debera decir Jeroboam (Nota del corrector digital)

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    si lo haca, le serviran como leales sbditos. Entre los delegados estaba Jeroboam, que haba sido enviado a toda prisa desde Egipto, cuando se supo que haba muerto el rey Salomn, y cuya presencia ciertamente debi de mostrar a Roboam que se enfrentaba a una situacin crtica.

    Contemporizando, Roboam pidi a la delegacin que volviera, al cabo de tres das, a recibir su respuesta. Mientras tanto, l consult a los ancianos del consejo de su padre, quienes le recomendaron acceder a la demanda del pueblo, advirtindole que si actuaba con benignidad y les deca buenas palabras, ellos sern tus servidores para siempre. Caldeada su sangre por la primera emocin de la soberana, Roboam consider demasiado benigno este consejo y se volvi hacia los jvenes que haban crecido con l. Ellos conocan su verdadero sentir y, como en cualquier tiempo lo han hecho los consejeros que desean consolidar su puesto en la Oficina Oval, le dieron el consejo que, segn saban, sera ms grato para l. No deba hacer conce- siones sino decir claramente al pueblo que su gobierno no sera ms llevadero sino ms pesado que el de su padre. Compusieron para l las clebres palabras que podran ser lema de cualquier dspota: Y as debers decirles. si m padre hizo pesado vuestro yugo, yo lo har todava ms. Mi padre os azot con azotes, yo os azotar con escorpiones . Encantado con esta frmula feroz, Roboam se enfrent a la delegacin, cuando sta volvi al tercer da, y se dirigi a ella rudamente, diciendo palabra por palabra lo que los jvenes le haban sugerido.

    El que sus sbditos no estuviesen de acuerdo en aceptar mansamente esta respuesta no parece habrsele ocurrido antes a Roboam. No sin razn se gan en la historia hebrea la designacin de rico en insensatez.7 Ah mismo tan instantneamente que se ha sugerido que ya haban decidido antes su curso de accin, en caso de una respuesta negativa los hombres de Israel anun- ciaron su separacin de la Casa de David, con el grito de batalla, Israel, a tus estancias! Provee ahora en tu casa, David!

    Con una imprudencia que habra asombrado hasta al conde Oxenstierna, Roboam emprendi entonces la accin ms provocativa posible, dadas las circunstancias. Llamando precisamente al que representaba el odiado yugo, Adyram, comandante o prefecto del tributo en trabajos forzados, le orden al parecer sin darle fuerzas en su apoyo que estableciera su autoridad. Adyram muri lapidado, por lo cual el temerario e insensato rey inmediata- mente pidi su carro y se fue a Jerusaln, donde convoc a todos los guerre- ros de Jud y de Benjamn, para entablar la guerra y reunir a la nacin. Al mismo tiempo, el pueblo de Israel nombr su rey a Jeroboam. l rein durante veintids aos, y Roboam durante diecisiete, y entre ellos hubo guerra cada da.

    La prolongada lucha debilit a ambos estados, envalenton a las tierras conquistadas por David al este del Jordn Moab, Edom, Ammn y otras a recuperar su independencia, y allan el camino a la invasin de los egipcios. El rey Sesac con un gran ejrcito tom los fuertes fronterizos y se acerc a Jerusaln, que Roboam slo pudo salvar pagando al enemigo un tributo en oro

    7 Ec1esistico (Libro de Sirach) 48:6.

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    del tesoro del templo y el palacio real. Sesac tambin penetr en el territorio de su antiguo aliado Jeroboam, llegando hasta Mageddo pero, sin duda por falta de los recursos necesarios para establecer su dominio, tuvo que retroceder a Egipto.

    Las doce tribus nunca volvieron a reunirse. Desgarrados por el conflicto, los dos estados no pudieron mantener el orgulloso Imperio establecido por David y Salomn, que se haba extendido desde el norte de Siria hasta los lmites de Egipto, dominando las rutas internacionales de las caravanas y el acceso al comercio exterior por el mar Rojo. Reducidas y divididas, no pudie- ron resistir la agresin de sus vecinos. Despus de 200 aos de existencia separada, las diez tribus de Israel fueron conquistadas por los asirios en 722 a.C. y, de acuerdo con la poltica asiria hacia los pueblos conquistados, fueron arrojadas de sus tierras y dispersadas por la fuerza, desvanecindose as hasta llegar a constituir una de las grandes incgnitas y perennes especulaciones de la historia.

    El reino de Jud, que contena a Jerusaln, sigui viviendo como tierra del pueblo judo. Aunque en diferentes pocas recuper gran parte del terri- torio septentrional, tambin sufri conquistas y el exilio por las aguas de Babilonia, por entonces su rival, luchas internas, soberana extranjera, rebe- lin, otra conquista, otro exilio ms lejano y dispersin, opresin, ghettos y matanzas. . . pero no desaparicin. El no seguir el otro curso que Roboam habra podido tomar, aconsejado por los ancianos y tan a la ligera rechazado, caus una larga venganza que ha dejado su marca sobre 2 800 aos.

    Igualmente ruinosa, pero de causa opuesta, fue la locura que produjo la

    conquista de Mxico. Aunque no es difcil comprender a Roboam, el caso de Moctezuma sirve para recordarnos que la locura no siempre es explicable.8 El Estado azteca del que fue emperador, de 1502 a 1510, era rico, refinado y depredador. Rodeada por montaas en una meseta del interior (hoy, ubica- cin de la ciudad de Mxico), su capital era una ciudad de 60 000 hogares edificados sobre los pilotes, las calzadas y las isletas de un lago, con casas de estuco, calles y templos, brillantes en su pompa y sus adornos, poderosa en sus armas. Con colonias que por el Este llegaban hasta la costa del golfo y por el Oeste hasta el Pacfico, el Imperio inclua cerca de cinco millones de habitantes. Los gobernantes aztecas estaban avanzados en las artes y las ciencias y la agricultura, en contraste con la ferocidad de su religin, cuyos ritos de sacrificio humano nadie haba superado en sangre y crueldad. Los ejrcitos aztecas lanzaban campaas anuales para capturar mano de obra esclava y vctimas para los sacrificios entre las tribus vecinas, as como abastos de alimentos, que siempre escaseaban, y para someter nuevas reas o castigar revueltas. En los primeros aos de su reinado, el propio Moctezuma encabez tales campaas, extendiendo grandemente sus fronteras.

    La cultura azteca estaba sometida a los dioses: a dioses pjaros, dioses serpientes, dioses jaguares, el dios de la lluvia, Tlloc, y el dios del Sol, Tezcatlipoca, que era seor de la superficie de la Tierra, el Tentador que

    8 Sobre Moctezuma, cf. William H. Preacott, The Conquest of Mexico, Nueva York, 1843; C. A. Burland, Moctezuma, Nueva York, 1973.

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    susurraba ideas salvajes al espritu humano. Quetzalcatl, dios fundador del Estado, haba cado de la gloria y se haba ido por el mar, haca Oriente, pero su regreso a la tierra se esperaba; sera anunciado por augurios y apari- ciones que significaran el fin del Imperio.

    En 1519, un grupo de conquistadores espaoles llegados de Cuba, al mando de Hernn Corts, toc tierra en la costa del golfo de Mxico, en Veracruz. En los 25 aos transcurridos desde que Coln haba descubierto las islas del Caribe, los invasores espaoles haban establecido un Imperio que rpi- damente iba devastando a los pueblos aborgenes. S sus cuerpos no pudieron sobrevivir a los trabajos impuestos por los espaoles, sus almas, en trminos cristianos, se salvaban. En sus mallas y sus cascos, los espaoles no eran colonos, con paciencia para desmontar bosques y plantar semillas, sino in- quietos aventureros, vidos de oro y de esclavos, y Corts fue su ms viva encarnacin. Habiendo reido con el gobernador de Cuba, Corts lanz una expedicin de 600 hombres, con 17 caballos y 10 piezas de artillera, ostensi- blemente para explorar y establecer comercio pero, en realidad y como su conducta lo puso en claro, buscando la gloria y un dominio independiente, bajo la Corona. Al tocar tierra, su primera accin consisti en quemar sus naves, para que no hubiese retirada posible.

    Informado por los habitantes del lugar, que aborrecan a sus seores azte- cas, de las riquezas y el poder de la capital, Corts con la mayor parte de su fuerza audazmente se lanz a conquistar la gran ciudad del interior. Aunque atrevido y resuelto, no era temerario y en camino estableci alianzas con las tribus hostiles a los aztecas, especialmente con los tlaxcaltecas, sus principales rivales. Mand a unos mensajeros, presentndose como el embajador de un prncipe extranjero, pero no hizo ningn esfuerzo por presentarse como una reencarnacin de Quetzalcatl, lo que para los espaoles era impensable. Marcharon con sus propios sacerdotes, en lugar muy visible, llevando cruci- fijos y estandartes de la Virgen, y con el objetivo declarado de ganar almas para Cristo.

    Informado de su avance, Moctezuma reuni a sus consejeros, algunos de los cuales le insistieron en que resistiera a los extranjeros por la fuerza del engao, mientras que otros argan que si en realidad eran embajado- res de un prncipe extranjero, lo ms recomendable sera darles la bienvenida y, si fueran seres sobrenaturales, como parecan indicarlo sus maravillosos atributos, toda resistencia sera intil. Sus rostros grises, sus atuendos de piedras, su llegada a las costas en unas casas que navegaban con alas blancas, su fuego mgico que brotaba de unos tubos y mataba a distancia, las extraas bestias que llevaban sobre el lomo a sus jefes, sugirieron algo sobrenatural a un pueblo para el que los dioses estaban por doquier. Sin embargo, al parecer la idea de que su jefe fuese Quetzalcatl, parece haber sido un temor peculiar del propio Moctezuma.

    Vacilante y aprehensivo, Moctezuma hizo lo peor que habra podido hacer en la circunstancia: envi esplndidos regalos, que revelaban su riqueza, y unas cartas, pidiendo a los visitantes dar vuelta, lo que revel su debilidad. Llevados por cien esclavos, los presentes de joyas, telas, maravillosos trabajos de plumas y dos enormes platos de oro y de plata tan grandes como ruedas de

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    un carro excitaron la codicia de los espaoles, mientras que las cartas que prohiban acercarse a su capitn, y casi les rogaban retornar a su patria; escritas en el lenguaje ms blando, para no provocar a dioses ni embajadores, no resultaban muy temibles. Los espaoles siguieron adelante.

    Moctezuma no hizo nada por contenerlos o bloquear su camino, hasta que llegaron a la ciudad. En cambio, se les dio una bienvenida oficial y fueron escoltados a unas moradas preparadas para ellos en el palacio y otros lugares. El ejrcito azteca que aguardaba en las colinas la seal de ataque nunca fue llamado, aunque habra podido aniquilar a los invasores, cortarles la retirada por las calzadas o ponerles sitio, obligndoles a rendirse. En realidad, tales planes ya se haban preparado, pero su intrprete los revel a Corts. En estado de alerta, puso a Moctezuma en arresto domiciliario en su propio pa- lacio, como rehn contra todo ataque. El soberano de un pueblo belicoso, que en nmeros superaba a sus captores por mil a uno, se rindi. Mediante un exceso de misticismo o de supersticin, al parecer se haba convencido de que los espaoles eran en realidad el grupo de Quetzalcatl, llegado a poner fin a su Imperio y, creyndose condenado, no hizo ningn esfuerzo por evitar su destino.

    Mientras tanto, por las incesantes demandas de oro y provisiones que hacan los visitantes, era clarsimo que eran demasiado humanos, y por sus constantes ritos de culto a un hombre desnudo sujeto a una cruz de madera, y a una mujer con un nio, era evidente que no estaban relacionados con Quetzalcatl, a cuyo culto se mostraron abiertamente hostiles. Cuando, en un arranque de arrepentimiento, o por persuasin de alguien, Moctezuma orden poner una emboscada a la guarnicin que Corts haba dejado en Veracruz, sus hombres mataron a dos espaoles y enviaron, como prueba, la cabeza de uno de ellos a la capital. Sin parlamentar ni aceptar explicaciones, Corts puso al instante al emperador en cadenas, y le oblig a entregar a los perpetradores de aquel hecho, a los que quem vivos a las puertas del palacio, sin dejar de exigir un inmenso tributo punitivo en oro y joyas. Cualquier ilusin que pudiese quedar de una relacin con los dioses, se desvaneci ante la cabeza cortada de aquel espaol.

    El sobrino de Moctezuma, Cacama, denunci a Corts como asesino y ladrn, y amenaz con ponerse al frente de una revuelta, pero el emperador sigui silencioso y pasivo. Tan seguro se sinti Corts que, al enterarse de que a la costa haba llegado una fuerza, procedente de Cuba, con rdenes de aprehenderlo, sali a hacerle frente, dejando una pequea fuerza de ocu- pantes que acabaron de enfurecer a los habitantes del lugar, al destrozar altares y apoderarse de alimentos. El espritu de rebelin cundi, Moctezuma, habiendo perdido autoridad, no pudo ponerse al frente de su pueblo ni supri- mir su ira. Al regreso de Corts, los aztecas, encabezados por el hermano del emperador, se rebelaron. Los espaoles, que nunca haban tenido ms de trece mosquetes,9 contraatacaron con espadas, chuzos y ballestas, as como antorchas para incendiar las casas. Bajo gran presin, aunque tuvieran la ventaja del acero, sacaron a Moctezuma para que pidiese poner alto a la lucha,

    9 New Cambridge Modern History, I, 442.

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    pero, al aparecer, su pueblo lo apedre como cobarde y traidor. Llevado de vuelta a palacio por los espaoles, falleci tres das despus, y sus sbditos le negaron los honores funerales. Los espaoles evacuaron la ciudad duran- te la noche, perdiendo una tercera parte de sus fuerzas y todo su botn.

    Uniendo a sus aliados mexicanos, Corts derrot a un superior ejrcito azteca, en un combate en las afueras de la ciudad. Con ayuda de los tlaxcal- tecas, organiz un sitio en toda forma, cort el abasto de agua dulce y ali- mentos de la ciudad, y gradualmente penetr en ella, lanzando los escombros de los edificios destruidos al lago, mientras avanzaba. El 13 de agosto de 1521, el resto de los habitantes, sin jefe, muertos de hambre, se rindieron. Los conquistadores rellenaron el lago, edificaron su propia ciudad sobre los es- combros e impusieron su dominio en todo Mxico, a los aztecas y otros por igual, dominio que durara 300 aos.

    No es posible tratar de refutar las creencias religiosas, especialmente las de una cultura extraa, remota, y slo a medias entendida. Pero cuando las creencias se convierten en un engao mantenido contra toda prueba natural hasta el punto de perder la independencia de un pueblo, bien se les puede llamar locura. La categora es, una vez ms, la testarudez, en la especial variedad de la mana religiosa. Nunca ha causado dao ms grande.

    Las locuras no tienen que tener consecuencias negativas para todos los afec-

    tados. La Reforma, causada por la locura del papado renacentista, no sera declarada ningn infortunio por los protestantes. Los norteamericanos, en particular, no considerarn lamentable su independencia, provocada por la locura de los ingleses. Puede discutirse si la conquista de Espaa por los moros, que dur 300 aos en la mayor parte del pas, y 800 en partes menores, tuvo resultados positivos o negativos; es algo que depender de la posicin del examinador, pero es perfectamente claro que fue causada por la locura de los gobernantes de Espaa en aquella poca.

    Aquellos gobernantes eran los visigodos,10 que haban invadido el Imperio romano en el siglo IV y, a fines del siglo V, se haban establecido como domi- nadores de la pennsula Ibrica, sobre los habitantes hispanorromanos, num- ricamente superiores. Durante 200 aos permanecieron en pugna y a menudo en encuentros armados, con sus sbditos. Por el desenfrenado inters egosta, normal en los soberanos de su poca, slo crearon hostilidad, y a la postre, fueron su vctima. La hostilidad fue agudizada por la animosidad de la reli- gin, pues los habitantes locales eran catlicos del rito romano, mientras que los visigodos pertenecan a la secta de Arrio. Nuevas disputas surgieron por su mtodo de elegir a su soberano. La nobleza del lugar trat de mantener el principio electivo habitual, mientras que los reyes, invadidos por anhelos dinsticos, estaban dispuestos a hacer hereditario el proceso, y as conser- varlo. Se valieron de todo medio de exilio o de ejecucin, confiscacin de propiedades, impuestos desiguales as como desigual distribucin de tierras para eliminar a sus rivales y debilitar toda oposicin local. Estos procedimien-

    10 Sobre los visigodos, cf. Rafael Altamira, Spain Under the Visigoths, en Cambridge Medieval History, II, cap. 6.

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    tos hicieron, naturalmente, que los nobles fomentaran la insurreccin, y que florecieran toda clase de odios.

    Mientras tanto, por medio de la organizacin superior y de la intolerancia ms activa de la Iglesia romana y de sus obispos en Espaa, la influencia catlica iba cobrando fuerzas y, a finales del siglo VI, logr convertir a dos herederos del trono. El primero fue muerto por su padre, pero el segundo, llamado Recaredo, rein, siendo, por fin, un gobernante consciente de la necesidad de unin. Fue el primero de los godos en reconocer que para un soberano al que se oponen dos grupos enemigos, es locura continuar siendo adversario de ambos a la vez. Convencido de que bajo el arrianismo nunca habra unin, Recaredo actu enrgicamente contra sus antiguos partidarios y proclam al catolicismo como religin oficial. Tambin varios de sus suce- sores hicieron esfuerzos por aplacar a sus antiguos adversarios, llamando a los exiliados y devolviendo propiedades, pero las divisiones y corrientes ad- versas eran demasiado poderosas, y ellos haban perdido influencia en la Iglesia, en la cual haban creado su propio Caballo de Troya.

    El episcopado catlico, confirmado en el poder, se lanz al gobierno secu- lar, proclamando sus leyes, arrogando de sus poderes y celebrando concilios decisivos en que se legitimaba a usurpadores favorecidos y se promova una implacable campaa de discriminacin y de reglas punitivas contra todo el que fuera no cristiano o sea, los judos. Bajo la superficie, persistan las lealtades arrianas; decadencia y desenfreno invadieron la corte. Por obra de cbalas y conjuras, usurpaciones, asesinatos y levantamientos, los cam- bios de reyes durante el siglo VII fueron rpidos: nadie ocup el trono durante ms de diez aos.

    Durante este siglo los musulmanes, animados por una nueva religin, se lanzaron en una loca conquista que se extendi desde Persia hasta Egipto y, en el ao 700, llegaron a Marruecos, a travs de los estrechos, desde Espaa. Sus navos saquearon la costa espaola y, aunque rechazado, el nuevo poder, en la otra costa, ofreci a todo grupo enajenado de los godos, la perspectiva siempre tentadora de una ayuda externa contra el enemigo del interior. Por mucho que se haya repetido en la historia, este recurso ltimo siempre termina de un mismo modo, como lo supieron los emperadores bizantinos cuando invitaron a los turcos, en contra de sus enemigos internos: el poder invitado se queda y se aduea de las cosas.

    Haba llegado el momento para los judos de Espaa, minora en un tiempo tolerada que haba llegado con los romanos y prosperado en el comercio; los judos ahora fueron evitados, perseguidos, sometidos a conversin forzosa, privados de sus derechos, propiedades, ocupacin y hasta de sus hijos, arran- cados a ellos por la fuerza y entregados a los traficantes de esclavos. Amena- zados de extincin, establecieron contacto con los moros, y les dieron informes por medio de sus correligionarios del frica del Norte. Para ellos, todo era mejor que el rgimen cristiano.

    Sin embargo, el acto decisivo se debi a la falla central de la desunin en la sociedad. En 710, una conspiracin de nobles se neg a reconocer como rey al hijo del ltimo soberano, lo vencieron y depusieron, y eligieron al trono a uno de ellos, el duque Rodrigo, dejando todo el pas en confusin y disputas.

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    El rey destronado y sus partidarios atravesaron los estrechos y, suponiendo que los moros les haran el favor de recuperar para ellos el trono, los invitaron a ayudarlos.

    La invasin mora de 711 recorri un pas que estaba en pugna consigo mismo. El ejrcito de Rodrigo ofreci vana resistencia y los moros se adue- aron de la situacin, con una fuerza de 12 000 hombres. Tomando ciudad tras ciudad, llegaron a la capital, establecieron a los suyos en los puestos pblicos en un caso, entregando toda una ciudad a los judos y siguieron adelante. En siete aos se haba completado la conquista de la pennsula. La monarqua goda, no habiendo logrado crear un principio viable de gobierno ni una fusin con sus sbditos, se desplom bajo el asalto, porque no haba echado races.

    En las sombras edades que siguieron a la cada de Roma y antes del resurgi-

    miento medieval, el gobierno no tena una estructura o teora o instrumenta- lidad reconocidas, aparte de la fuerza arbitraria. Como el desorden es la menos tolerable de las condiciones sociales, el gobierno empez a cobrar forma en la Edad Media y despus como funcin reconocida, con principios, mtodos, dependencias, parlamentos y burocracias reconocidas. Adquiri autoridad, mandatos, mejor sus medios y su capacidad, pero no un notable aumento de sabidura o inmunidad ante la insensatez. Esto no es decir que cabezas co- ronadas y ministros sean incapaces de gobernar bien y con buen juicio. Peridicamente surge la excepcin, en un rgimen poderoso y eficaz, ocasio- nalmente hasta benigno, pero, an ms ocasionalmente, sabio. Como la insensatez, estas apariciones no muestran ninguna correlacin con el tiempo y el espacio. Soln de Atenas, tal vez el ms sabio, fue uno de los primeros. Vale la pena echarle una mirada.

    Elegido arconte, o magistrado, en el siglo VI a.C., en un momento de crisis econmica y de inquietud social, se pidi a Soln que salvara al Estado, y zanjara sus diferencias. Unas duras leyes contra las deudas que permitan a los acreedores apoderarse de las tierras entregadas como prenda, o aun del propio deudor, para ponerlo a trabajar como esclavo, haban empobrecido a los plebeyos, creando mala voluntad, as como unos crecientes deseos de insurreccin. Soln, que no haba participado en la opresin de los ricos ni apoyado la causa de los pobres, goz de la inslita distincin de ser acep- table para unos y otros. Para los ricos, segn Plutarco, por que era hombre de riqueza y sustancia, y para los pobres, porque era honrado. En el cuerpo de leyes que Soln proclam, su preocupacin no fue el inters de faccin, sino la justicia, y trat equitativamente a fuertes y dbiles, en un gobierno estable. Suprimi la esclavitud por deudas, liber a quienes haban sido as esclavizados, extendi el sufragio a los plebeyos, reform la moneda para favorecer el comercio, regul los pesos y medidas, estableci unos cdigos jurdicos que gobernaran la propiedad heredada, los derechos civiles de los ciudadanos, los castigos por delitos y, por ltimo, no queriendo correr riesgos, arranc al Consejo ateniense el juramento de mantener sus reformas durante diez aos.

    Entonces Soln hizo algo extraordinario, tal vez nico entre los jefes de Estado: comprando un barco con el pretexto de ir a ver el mundo, parti

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    al exilio voluntario, por diez aos. Sabio y justo como estadista, Soln no fue menos prudente como hombre. Habra podido conservar el dominio supremo, aumentando su autoridad hasta la tirana, y en realidad, se le hicieron re- proches por no hacerlo, pero, sabiendo que las interminables peticiones y propuestas de modificar esta o aquella ley slo le valdran mala voluntad si l no aceptaba, determin partir para conservar intactas sus leyes, porque los atenienses no podan rechazarlas sin su sancin. Su decisin sugiere que una ausencia de ambicin personal junto con un sagaz sentido comn se encuentran entre los ingredientes esenciales de la sabidura. En las notas de su vida, escribiendo sobre s mismo en tercera persona, Soln lo dice de otra manera: Cada da se hizo ms viejo y aprendi algo nuevo11

    Gobernantes fuertes y eficaces, aunque carentes de las cualidades com- pletas de Soln, se elevan de cuando en cuando, en estructura heroica, sobre los dems, como torres visibles a lo largo de los siglos. Pericles presidi el siglo ms grande de Atenas con sano juicio, moderacin y gran renombre. Roma tuvo a Julio Csar, hombre de notables talentos de jefe, aunque un gobernante que mueve a sus adversarios al asesinato, probablemente no sea tan sabio como debiera serlo. Despus, bajo los cuatro emperadores buenos de la dinasta de los Antoninos Trajano y Adriano, organizadores y cons- tructores; Antonino Po, el benvolo; Marco Aurelio, el reverenciado fil- sofo los ciudadanos romanos gozaron de buen gobierno, prosperidad y respeto durante cerca de un siglo. En Inglaterra, Alfredo el Grande rechaz a los invasores y engendr la unidad de sus connacionales. Carlomagno logr imponer el orden a una masa de elementos adversos entre s. Foment las artes de la civilizacin no menos que las de la guerra y se gan un prestigio que sera supremo en la Edad Media, no igualado hasta cuatro siglos despus por Federico II, llamado Stupor Mundi o Maravilla del Mundo. Federico particip en todo: artes, ciencias, leyes, poesa, universidades, cruzadas, par- lamentos, guerras, polticas y pugnas con el papado, que al final, pese a todos sus notables talentos, lo frustraron. Lorenzo de Mdicis, el Magnifico, promovi la gloria de Florencia, pero, con sus ambiciones dinsticas, socav la repblica. Dos reinas, Isabel 1 de Inglaterra y Mara Teresa de Austria fueron, ambas, gobernantes hbiles y sagaces que elevaron a sus pases a la condicin suprema.

    George Washington, producto de una nueva nacin, fue un dirigente que brilla entre los mejores. Aunque Jefferson fuese ms culto o ms docto, un cerebro ms extraordinario, una inteligencia incomparable, hombre verda- deramente universal, Washington tena el carcter de una roca y una especie de nobleza que ejerca un dominio natural sobre los dems, junto con la fuerza interior y la perseverancia que le capacitaron a prevalecer sobre una multitud de obstculos. Hizo posible, a la vez, la victoria fsica de la inde- pendencia norteamericana y la supervivencia de la rebelde e incipiente joven repblica en sus primeros aos.

    A su alrededor, con extraordinaria fertilidad, florecieron talentos polticos, como tocados por algn sol tropical. Pese a sus fallas y disputas, los Padres

    11 Plutarco, Vidas.

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    Fundadores han sido justamente llamados por Arthur M. Schlesinger, Sr., la generacin ms notable de hombres pblicos en la historia de los Estados Unidos o tal vez de cualquier nacin.12 Vale la pena observar las cualidades que este historiador les atribuye: eran intrpidos, tenan altos principios, eran muy versados en el pensamiento poltico antiguo y moderno, sagaces y pragmticos, no teman a experimentar, y esto es revelador estaban convencidos del poder del hombre para mejorar su propia condicin utilizando la inteligencia. Tal fue la marca de la Edad de la Razn que los form, y aunque el siglo XVIII tuvo la tendencia de considerar a los hombres como ms racionales de lo que en realidad fueran, supo provocar lo mejor que haba en estos hombres para gobernar.

    Sera inapreciable si pudisemos saber lo que produjo este brote de talento en una base de slo dos millones y medio de habitantes. Schlesinger sugiere algunos factores que pudieron contribuir: vasta difusin de la educacin, buenas oportunidades econmicas, movilidad social, preparacin en el auto- gobierno: todo esto alent a los ciudadanos a cultivar, hasta su mximo, sus aptitudes polticas. Mientras la Iglesia declinaba en prestigio, y los nego- cios, las ciencias y las artes an no ofrecan comparables caminos al esfuerzo humano, la ciencia poltica sigui siendo casi el nico canal para los hombres de energa y propsito firme. Tal vez, ante todo, la necesidad del momento fue lo que provoc la respuesta, la oportunidad de crear un nuevo sistema poltico. Qu poda ser ms emocionante, ms propicio para mover a la accin a los hombres de energa y propsito?

    Ni antes ni despus se ha invertido tanto pensamiento minucioso y razo- nable en la formacin de un sistema de gobierno. En las revoluciones francesa, rusa y china, hubo demasiado odio de clases, demasiado derramamiento de sangre para que sus resultados fueran justos o permanentes sus constituciones. Durante dos siglos, la disposicin norteamericana casi siempre ha logrado sostenerse bajo presin, sin descartar el sistema y probar otro despus de cada crisis, como ha ocurrido en Italia y Alemania, en Francia y Espaa. Con una acelerada incompetencia en los Estados Unidos, esto puede cambiar. Los sistemas sociales pueden resistir bastantes locuras cuando las circuns- tancias son histricamente favorables, o cuando los errores son limitados por grandes recursos o absorbidos por las grandes dimensiones, como en los Esta- dos Unidos durante su periodo de expansin. Hoy, cuando ya no hay amor- tiguadores, menos podemos permitirnos la insensatez. Sin embargo, los Fundadores siguen siendo un fenmeno que debe tomarse en cuenta para elevar nuestra estimacin de las posibilidades humanas, aun si su ejemplo es demasiado raro para constituir base de expectativas normales.

    Entre chispazos de buen gobierno, la insensatez reina soberana. En los Bor- bones de Francia, surgi hasta ser una brillante flor.

    Luis XIV suele ser considerado como un gran monarca, en gran parte porque la gente tiende a aceptar una autoestimacin notablemente dramatizada. En realidad, Luis agot los recursos econmicos y humanos de Francia con

    12 The Birth of a Nation, Nueva York, 1968, 245-246

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    sus incesantes guerras y su costo en deuda nacional, bajas, hambre y enfer- medades, e impuls a Francia haca el desplome que slo poda resultar, como ocurri dos reinados despus, en la cada de la monarqua absoluta, razn de ser de los Borbones. Visto bajo esta luz, Luis XIV es el prncipe de la poltica llevada en contra del inters propio. No l, sino la amante de su sucesor, Madame de Pompadour, entrevi el resultado: Despus de nosotros, el diluvio.

    Por consenso general de los historiadores, el acto ms condenado y el peor error de la carrera de Luis fue su Revocacin del Edicto de Nantes, en 1685, que cancelaba el decreto de tolerancia de su abuelo, y reanud la persecucin de los hugonotes. A esto le falta una condicin de la completa insensatez, ya que, lejos de ser censurado o advertido por entonces, fue saludado con el mayor entusiasmo y mencionado treinta aos despus, en el funeral del rey, como uno de sus actos ms nobles. Sin embargo, este simple hecho refuerza otro criterio: que la poltica debe ser poltica de un grupo y no de un indivi- duo. No tard mucho en reconocerse que en aquello haba habido una insensatez. Al cabo de unas dcadas, Voltaire lo llam una de las ms grandes calamidades de Francia, con consecuencias totalmente contrarias al pro- psito intentado.13

    Como todas las locuras, ello fue condicionado por las actitudes y creencias de la poca, y como algunas, si no todas, fue innecesaria, una poltica acti- vista, cuando no hacer nada habra resultado mejor. La fuerza del viejo cisma religioso y de la ferocidad doctrinaria calvinista iban desapareciendo; los hugonotes, menos de dos millones, o cerca de una dcima parte de la pobla- cin, eran ciudadanos leales y laboriosos, demasiado laboriosos para tranqui- lizar a los catlicos. sta fue la dificultad. Como los hugonotes slo cele- braban el sabat, contra ms de cien das de santos y das de fiesta celebrados por los catlicos, eran ms productivos y prsperos en el comercio. Sus tiendas y talleres obtenan ms clientes (consideracin que hubo tras la demanda catlica para su supresin). La demanda fue justificada por el alto motivo de que la disidencia religiosa era una traicin al rey, y que la abolicin de la libertad de conciencia esta mortfera libertad servira a la nacin, adems de servir a Dios.

    El consejo atrajo al rey, que se haba vuelto ms autocrtico tras librarse de la tutela inicial del cardenal Mazarino. Cuanto mayor fuera su autocracia, ms le pareca que la existencia de una secta disidente era una ruptura inacep- table en la sumisin a la voluntad real. Una ley, un rey, un Dios, era su concepto del Estado, y despus de 25 aos a la cabeza de ste, sus arterias polticas se haban endurecido, y su capacidad de tolerar diferencias se haba atrofiado. Luis haba adquirido la enfermedad de la misin divina, frecuente- mente desastrosa para los gobernantes, y se haba convencido de que era voluntad del Todopoderoso que yo sea Su instrumento para llevar de regreso a l a todos los que estn sometidos a m.14 Adems, tena motivos polticos. Dadas las inclinaciones catlicas de Jacobo II en Inglaterra, Luis crey que la balanza de Europa estaba inclinndose hacia la supremaca catlica y que

    13 M. A. Franois, The Age of Lous XIV, Everyman, Nueva York, 1966, 408. 14 G.R.R. Treasure, Seventeenth Century France, Nueva York 1966, 368.

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    ello podra ayudarlo, si haca un gesto dramtico contra los protestantes. Adems, por causa de las disputas con el papa por otras cuestiones, deseaba presentarse como paladn de la ortodoxia, reafirmando as el antiguo ttulo francs de cristiansimo rey.

    La persecucin comenz en 1681, antes de la Revocacin en toda forma. Se prohibieron los servicios religiosos protestantes, se clausuraron sus escuelas e iglesias, se impuso el bautizo catlico, los hijos seran separados de sus familias al cumplir siete aos para ser educados como catlicos; las profe- siones y ocupaciones se fueron restringiendo gradualmente hasta quedar muchas prohibidas, a los funcionarios hugonotes se les orden renunciar, se organizaron escuadrones de clrigos dedicados a las conversiones, y se ofreci dinero a cada converso. Un decreto sigui a otro, separando y desarraigando a los hugonotes de sus propias comunidades y de la vida nacional.

    La persecucin engendra su propia brutalidad, y pronto se adoptaron me- didas violentas, las ms atroces y eficaces de las cuales fueron las dragonnades, u orden de alojar dragones del ejrcito en familias hugonotes; a los dragones se les alentaba a portarse tan brutalmente como quisieran. Notoriamente rudos e indisciplinados, los dragones perpetraron matanzas, palizas y asaltos a las familias, violando a las mujeres, rompiendo y saquean- do y dejando porquera mientras que las autoridades ofrecan la exencin de este horror como seuelo para convertirse. En esas circunstancias, difcil- ente podran considerarse autnticas las conversiones en masa, y causaron resentimientos entre los catlicos porque hacan participar a la Iglesia en perjurios y sacrilegios. A veces hubo que llevar por la fuerza a misa a quienes no deseaban comulgar; entre ellos, hubo quienes escupieron y pisotearon la Eucarista y fueron quemados en la hoguera por profanar el sacramento.

    La emigracin de los hugonotes se inici, desafiando los edictos que les prohiban irse, bajo pena, si eran descubiertos, de ser sentenciados al cadalso. Por otra parte, sus pastores, si se negaban a abjurar, eran enviados al exilio por temor a que predicaran en secreto, alentando a los conversos a reincidir. Los pastores obstinados que continuaron celebrando servicios fueron que- rantados en el potro, creando as mrtires y estimulando la resistencia de su grey.

    Cuando se inform al rey de conversiones en masa, a veces hasta de 60 000 en una sola regin en tres das, l tom la decisin de revocar el Edicto de Nantes, alegando que ya no se necesitaba, puesto que ya no haba hugonotes. Por entonces, estaban surgiendo ciertas dudas sobre lo recomendable de esta poltica. En un Concilio celebrado poco despus de la Revocacin, el Delfn, probablemente expresando preocupaciones que se le haban confiado en pri- vado, advirti que revocar el edicto podra causar rebeliones y emigracin en masa, nociva para el comercio francs, pero al parecer, su voz fue la nica opuesta, sin duda porque contra l no se podan tomar represalias.15 Una semana despus, el 18 de octubre de 1685, se decret formalmente la Revocacin, que fue saludada como el milagro de nuestros tiempos. Nunca se haba visto semejante alegra de triunfo, escribi el custico Saint-Simon,

    15 G. A. Rothrock, The Huguenots: Biography of a Minority, Chicago, 1973, 173.

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    que supo contenerse hasta despus de la muerte del rey, nunca hubo seme- jante profusin de elogios. . . Todo lo que el rey oy fueron elogios.16

    Pronto se sintieron los malos efectos. Los tejedores, fabricantes de papel y otros artesanos hugonotes, cuyas tcnicas haban sido monopolio de Francia, llevaron sus habilidades a Inglaterra y a los Estados alemanes; banqueros y mercaderes sacaron sus capitales; impresores, encuadernadores, constructores de navos, juristas, mdicos y muchos pastores escaparon. Al cabo de cuatro aos, de 8 000 a 9 000 hombres de la armada y de 10 000 a 12 000 del ejrcito, adems de 500 a 600 funcionarios, llegaron a los Pases Bajos, a engrosar las fuerzas de Guillermo III,17 enemigo de Luis, que pronto sera su doble ene- migo al subir al trono de Inglaterra tres aos despus, en lugar del expulsado Jacobo II. Se dice que la industria de la seda de Tours y de Lyon qued arrui- nada, y que algunas ciudades importantes como Reims y Rouen perdieron la mitad de sus trabajadores.

    La exageracin, a partir de la virulenta censura de Saint-Simon, quien afirm que el reino se haba despoblado en una cuarta parte, fue inevitable, como habitualmente lo es cuando los malos efectos se descubren a posteriori. Hoy se calcula el nmero total de emigrados, un tanto elsticamente, entre 100 000 y 250 000. Cualesquiera que fuesen sus nmeros, su valor para los adversarios de Francia pronto fue reconocido por los Estados protestantes. Holanda les dio, al punto, derechos de ciudadana y exencin de impuestos durante tres aos. Federico Guillermo, elector de Brandeburgo (la futura Prusia) emiti un decreto, una semana despus de la Revocacin, invitando a los hugonotes a su territorio, donde sus empresas industriales contribuyeron considerablemente al surgimiento de Berln.

    En recientes estudios se ha llegado a la conclusin de que ha sido exage- rado el dao econmico causado a Francia por la emigracin de los hugonotes, y que no fue ms que un elemento del dao general causado por las guerras. Sin embargo, nadie duda del dao poltico. El alud de panfletos y stiras antifrancesas emitido por los impresores hugonotes y sus amigos, en todas las ciudades en que se establecieron, llev a un nuevo clmax el antagonismo a Francia. La coalicin protestante contra Francia fue fortalecida cuando Brandeburgo entr en una alianza con Holanda, y se le unieron los pequeos principados alemanes. En la propia Francia, la fe protestante fue vigorizada por la persecucin, y resurgi el odio a los catlicos. Una prolongada revuelta de los hugonotes camisard en las Cvennes, regin montaosa del Sur, caus una cruel guerra de represin, que debilit al Estado. All y entre otras comu- nidades hugonotes que se quedaron en Francia, se cre una base receptiva para la futura Revolucin.

    Ms profundo fue el descrdito en que cay el concepto de monarqua absoluta. Al ser rechazado por los disidentes el derecho del rey a imponer la unidad religiosa, el derecho divino de la autoridad real fue cuestionado por doquier, y recibi un estmulo el desafo constitucional que el siguiente siglo le deparaba. Cuando Luis XIV, sobreviviendo a su hijo y a su nieto, falleci

    16 Saint-Simon, Memories, en Sanche de Gramont, The Age of Magnifcence, Nueva York, 1963, 274. 17 Clculo presentado al rey por el mariscal Vauban en 1689; Rothrock, op. cit., 179.

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    en 1715 despus de un reinado de 72 aos, no dej la unidad nacional que haba sido su objetivo, sino una disidencia viva y enconada, no el engrande- cimiento nacional en riqueza y poder, sino un Estado dbil, desordenado y empobrecido. Nunca haba un autcrata actuado tan eficazmente contra su propio inters.

    La opcin factible habra consistido en dejar en paz a los hugonotes o, si acaso, acallar el clamor contra ellos mediante decretos civiles, y no por la fuerza y la atrocidad. Aunque ministros, clrigos y pueblo en general apro- baron la persecucin, ninguna de sus razones era inevitable. Lo peculiar fue que el asunto era innecesario, y esto subraya dos caractersticas de la locura: a menudo no brota de un gran designio, y sus consecuencias son, a menudo, una sorpresa. La locura consiste en persistir. Con aguda si bien inconsciente perspicacia, un historiador francs escribi, acerca de la Revocacin, que Los grandes designios son raros en la poltica; el rey proceda empricamente, y a veces, obedeciendo a sus impulsos.18 Este argumento queda reforzado, por una fuente inesperada, en un sagaz comentario de Ralph Waldo Emerson, quien nos advierte: Al analizar la historia, no hay que ser demasiado pro- fundo, pues con frecuencia las causas son muy superficiales.19 ste es un factor que suelen pasar por alto los politlogos que, al hablar de la naturaleza del poder, siempre lo tratan, aunque sea negativamente, con inmenso respeto. No lo ven como algo que a veces es cuestin de hombres ordinarios apremia- dos por las circunstancias, que actan imprudente o torpe o perversamente, como suelen los hombres hacerlo en circunstancias ordinarias. Los smbolos y la fuerza del poder los engaan, dando a sus poseedores una calidad extra- ordinaria. Sin su enorme peluca rizada, sus grandes tacones y su armio, el Rey Sol era un hombre capaz de caer en errores de juicio, equivocaciones y ceder a sus impulsos. . . como el lector y como yo.

    El ltimo Borbn francs que rein, Carlos X, hermano del guillotinado

    Luis XVI y de su breve sucesor, Luis XVIII, mostr un tipo recurrente de insensatez que ha sido llamado el tipo de Humpty-Dumpty: es decir, el es- fuerzo por reinstalar una estructura cada y en ruinas dando marcha hacia atrs a la historia. En el proceso, llamado reaccin o contrarrevolucin, los reaccionarios se empean en restaurar los privilegios y propiedades del antiguo rgimen y, de alguna manera, en recuperar una fuerza que no tenan antes.

    Cuando Carlos X, a los 67 aos, subi al trono en 1824, Francia acababa de pasar por 35 aos de los cambios ms radicales ocurridos hasta entonces en la historia: de una completa revolucin hasta el Imperio napolenico, Waterloo y la restauracin de los Borbones. Puesto que entonces era impo- sible cancelar todos los derechos, las libertades y las reformas legales incor- poradas al gobierno desde la Revolucin, Lus XVIII acept una Constitucin, aunque nunca pudo acostumbrarse a la idea de una monarqua constitucio- nal; esta idea estaba ms all del entendimiento de su hermano Carlos. Ha- biendo visto en accin el proceso durante su exilio en Inglaterra, Carlos dijo que

    18 C. Picavet, en La diplomatie au temps de Louis XIV, 1930; Cit. en Treasure, op. cit., 353. 19 Emerson, Journals, 1820-72, Boston, 1909-1914, IV, 160.

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    preferira ganarse la vida como leador a ser rey de Inglaterra.20 No es de sorprender que l encarnara la esperanza de los emigrados que volvieron con los Borbones y que deseaban restaurar el antiguo rgimen, completo con sus rangos, ttulos y, especialmente, sus propiedades confiscadas.

    En la Asamblea Nacional, estuvieron representados por los ultras de la derecha, quienes, junto con un grupo escindido de ultras extremos, formaban el partido ms poderoso. Haban logrado esto restringiendo la franquicia a la clase ms rica, mediante el mtodo interesante de reducir los impuestos a sus adversarios conocidos, de modo que no pudiesen satisfacer la califica- cin de 300 francos que se exiga a los votantes.21 Los cargos en el gobierno fueron similarmente restringidos. Los ultras ocuparon todos los puestos mi- nisteriales, incluyendo a un religioso extremista como ministro de Justicia cuyas ideas polticas, segn decase, haban sido formadas por la lectura continua del Apocalipsis. Sus colegas impusieron estrictas leyes de censura, y elsticas leyes de cateo y arresto y, como primera realizacin, crearon un fondo para compensar a cerca de 70 000 emigrados o sus herederos, a una tasa anual de 1377. francos. Esto era muy poco para satisfacerlos, pero s fue suficiente para indignar a la burguesa, cuyos impuestos lo pagaban.

    Los beneficiarios de la Revolucin y de la corte napolenica no estaban dispuestos a ceder ante los emigrados y el clero del antiguo rgimen, y el des- contento, aunque sordo, iba en aumento. Rodeado por sus ultras, el rey probablemente habra logrado terminar su reinado ms o menos en paz si, mediante nuevas imprudencias, no hubiese logrado su cada. Carlos estaba resuelto a gobernar, y aunque no muy bien dotado intelectualmente para la tarea, s abundaba en la capacidad tpica de los Borbones de no aprender nada ni olvidar nada. Cuando sus adversarios en la Asamblea le causaron dificultades, l sigui el consejo de sus ministros, de disolver la sesin y, mediante cohechos, amenazas y otras presiones, manipular una eleccin que le resultara aceptable. En cambio, los monarquistas perdieron, casi por dos a uno. Negndose a admitir el resultado, como algn desventurado rey de Inglaterra, Carlos decret otra disolucin y, de acuerdo con una nueva y ms estrecha franquicia y mayor censura, otra eleccin.

    La prensa de la oposicin llam a. la resistencia. Mientras el rey se iba a cazar, sin esperar un conflicto abierto ni haber pedido apoyo militar, el pueblo de Pars, como tantas veces, antes y despus, levant barricadas y se dedic con entusiasmo a tres das de luchas callejeras, conocidas por los fran- ceses como les trois glorieuses. Los diputados de la oposicin organizaron un gobierno provisional. Carlos abdic y huy al despreciado refugio de la monarqua limitada, del otro lado del canal de la Mancha. Este episodio, de ninguna manera una gran tragedia, no tuvo otra importancia histrica que llevar a Francia un paso ms adelante, de la contrarrevolucin a la mo- narqua burguesa de Luis Felipe. Ms importante es en la historia de la locura, donde ilustra la inutilidad del intento recurrente, no limitado a los Borbones, de querer reconstruir un huevo roto.

    20 Alfred Cobban, A History of Modern France, 2 vols., Penguin, 1961, II, 72. 21 Ibid., II, 77.

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    A lo largo de la historia han sido innumerables los casos de insensatez militar, pero se encuentran fuera de los lmites de este estudio. Sin embargo, dos de los ms trascendentales, que entraaron, ambos, guerra con los Estados Unidos, representaron decisiones polticas al nivel del gobierno. Fueron la decisin alemana de reanudar la guerra submarina ilimitada en 1916 y la deci- sin japonesa de atacar Pearl Harbor en 1941. En ambos casos, voces pru- dentes advirtieron en contra del curso adoptado, urgente, desesperadamente en Alemania, discretamente, pero con profundas dudas en Japn, y sin ningn resultado en ambos casos. En estos ejemplos, la insensatez pertenece a la categora del autoaprisionamiento en el argumento de no tenemos alterna- tiva y en el ms frecuente y fatal de los autoengaos: la subestimacin del adversario.

    La guerra submarina ilimitada significaba hundir sin advertencia a los barcos mercantes encontrados en una zona declarada de bloqueo, fuesen beligerantes o neutrales, armados o desarmados. Esta prctica, contra la cual los Estados Unidos protestaron enrgicamente, basndose en el antiguo prin- cipio del derecho neutral a la libertad de los mares, haba sido suspendida en 1915 despus del frenes causado por el hundimiento del Lusitania menos por causa del escndalo en los Estados Unidos y la amenaza de romper relaciones, as como la animosidad de otros neutrales, que por el simple hecho de que Alemania no tena a mano suficientes submarinos para estar segura de obtener un efecto decisivo si llevaba a cabo el bloqueo.

    Para entonces, en realidad ya desde finales de 1914, tras el fracaso de la ofensiva inicial destinada a someter a Rusia o a Francia, los gobernantes de Alemania reconocieron que no podan ganar la guerra contra los tres aliados si se mantenan juntos, sino, antes bien, como dijo el jefe de Estado Mayor al canciller, Es ms probable que nosotros mismos nos agotemos.22

    Se necesitaba una accin poltica para obtener una paz separada con Rusia, pero sta fall, al igual que numerosos sondeos y aperturas hechas a Ale- mania, o por Alemania, con respecto a Blgica, Francia y hasta la Gran Bretaa en los dos aos siguientes. Todos fracasaron por la misma razn: que las condiciones de Alemania en cada caso eran punitivas, como de un ven- cedor, ya que exigan a la otra parte abandonar la guerra tolerando anexiones e indemnizaciones. Siempre era el garrote, nunca la zanahoria, y ninguno de los adversarios de Alemania se vio tentado a traicionar a sus aliados sobre esa base.

    Para finales de 1916, ambos bandos iban acercndose al punto de agota- miento, tanto en recursos como en ideas militares, sacrificando literalmente millones de vidas en Verdn y en el Somme, por ganancias o prdidas que podan medirse con un metro. Los alemanes vivan de un rgimen de patatas, y los conscriptos del ejrcito eran de 15 aos. Los aliados se sostenan dif- cilmente, sin ningn medio de victoria a la vista, a menos que viniera a ponerse de su lado la gran fuerza fresca de los Estados Unidos.

    Durante estos dos aos, mientras los astilleros de Kiel estaban entregando submarinos a un ritmo furioso, con el objetivo de fabricar 200, el Alto Mando

    22 Fritz Fischer, Germanys Aims in the First World War, Nueva York, 1967, 184-185

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    Supremo batallaba en conferencias de alto nivel sobre la renovacin de la campaa de torpedeo, contra el consejo enrgicamente negativo de los mi- nistros civiles. Reanudar ilimitadamente los hundimientos, decan los civiles, en palabras del canciller Bethmann-Hollweg, inevitablemente hara que los Estados Unidos se unieran a nuestros enemigos.23 El Alto Mando no slo neg esto, sino que descont dicha posibilidad. Como era claro que Alemania no podra ganar la guerra exclusivamente por tierra, su objetivo se haba vuelto vencer a la Gran Bretaa, que ya vacilaba, vctima de las escaseces, cortndole todo abasto por mar antes de que los Estados Unidos pudiesen movilizarse, llevar tropas por tren y transporte a Europa en nmeros sufi- cientes para afectar el resultado. Afirmaron que esto podra lograrse en tres o cuatro meses. Los almirantes desenrollaron mapas y grficas para mostrar cuntas toneladas podan los submarinos enviar al fondo del mar en un mo- mento dado hasta tener a Inglaterra boqueando en los juncos, como un pez.24

    Las voces opuestas, empezando por la del canciller, afirmaban que la beli- gerancia norteamericana dara a los aliados enorme ayuda financiera y levantara su moral, animndoles a sostenerse hasta que pudiese llegar ayuda en tropas, adems de darles todo el tonelaje de naves alemanas internadas en puertos norteamericanos y, muy probablemente, trayendo en su secuela a otros neutrales. El vicecanciller Kark Kelfferich crea que reanudar la guerra mediante los submarinos conducira a la ruina.25 Funcionarios del Minis- terio de Relaciones, preocupado directamente con asuntos norteamericanos, tambin se opusieron. Dos importantes banqueros26 volvieron de una misin a los Estados Unidos, advirtiendo que no se subestimaran las energas poten- ciales del pueblo estadounidense que, afirmaron, si despertaba, convencido de estar en una buena causa, podra movilizar fuerzas y riquezas en una escala inimaginable.

    Entre quienes trataban de disuadir a los militares, la voz ms urgida era la del embajador alemn en Washington, el conde Von Bernstorff, cuya cuna y educacin no prusianas le libraron de muchos de los engaos de sus colegas. Buen conocedor de los Estados Unidos, Bernstorff repetidamente advirti a su gobierno que la beligerancia norteamericana seria segura en caso de conti- nuar la guerra submarina, lo que costara a Alemania su derrota. Al intens- ficarse la insistencia militar, el embajador se esforz, en cada mensaje enviado a su patria, tratando de desviarla de un curso que, en su opinin, sera fatal. Se haba convencido de que la nica manera de evitar tal resultado seria poner un alto a la propia guerra, por medio de una mediacin de compromiso que el presidente Wilson estaba preparndose a ofrecer. Bethmann tambin ansiaba esto, basndose en la teora de que si los aliados rechazaban tal paz, como era de esperarse, mientras que Alemania la aceptaba, entonces sta

    23 Discurso en el Rechstag, 10 de enero de 1916; Cit. en Hans Peter Hanssen, Diary of a Dying Empire, Bloomington, Indiana Univ. Press, 1955. 24 Discurso en el Reichstag, 31 de enero de 1917, Cit. en Hanssen, op. cit, 165. 25 Official German Documents Relating to the World War, 2 vol,., Carnegie Endowment for International Peace, Nueva York, I, 150. 26 Max Warburg y Bernhard Dernburg; vase Fischer, op. cit., 307.

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    estara justificada en reanudar la guerra submarina ilimitada sin provocar la beligerancia norteamericana.

    El bando belicista que exiga la guerra submarina inclua a los junkers y al circulo de la corte, las asociaciones expansionistas, los partidos de dere- cha y una mayora del pblico, al que se haba enseado a poner su fe en los submarinos como medio de romper el bloqueo puesto por Inglaterra a los alimentos que iban rumbo a Alemania, y vencer as al enemigo. Unas cuantas despreciadas voces de socialdemcratas del Reichstag gritaron: El pueblo no quiere guerra submarina, sino pan y paz!, pero poca atencin se les prest porque los ciudadanos alemanes, por muy hambrientos que estuvieran, seguan siendo obedientes. El kiser Guillermo II, vacilante pero deseoso de no parecer menos audaz que sus comandantes, aadi su voz a la de stos.

    La oferta de Wilson, de diciembre de 1916, de unir a los beligerantes para negociar una paz sin victoria fue rechazada por ambos bandos. Nadie estaba dispuesto a aceptar una solucin sin alguna ganancia que justificara su sufrimiento y sacrificio en vidas, y pagar por la guerra. Alemania no estaba luchando por el statu quo, sino por la hegemona alemana en Europa y por un mayor Imperio de ultramar. No quera una paz mediada, sino una paz dictada, y no senta ningn deseo, como escribi el ministro de Relaciones Exteriores, Arthur Zimmermann, a Bernstorff, de arriesgarse a perder, con engaos, lo que esperaba ganar de la guerra, por obra de un mediador neutral.27 Toda solucin que requiriera renuncias y pago de indemnizaciones por Alemania nica solucin que los aliados aceptaran significara el fin de los Hohenzollern y de la clase gobernante. Tambin tenan que lograr que alguien pagara por la guerra, o ir a la bancarrota. Una paz sin victoria no slo pondra fin a los sueos de dominio, sino que tambin impondra enormes impuestos que pagar por aos de lucha que entonces habra sido vana. Significara la revolucin. Para el trono, la casta militar, los terrate- nientes, los industriales y los "barones" de los negocios, slo una guerra triunfante ofreca alguna esperanza de sobrevivir en el poder.

    La decisin se tom en una conferencia del kiser con el canciller y el Mando Supremo, el 9 de enero de 1917.28 El almirante Von Holtzendorff, jefe del Estado Mayor del Almirantazgo, present una compilacin de esta- dsticas de 200 pginas sobre el tonelaje que entraba en los puertos ingle- ses, las tasas de carga, el espacio de carga, los sistemas de racionamiento, los precios de los alimentos, comparaciones con la cosecha del ao anterior y, todo, hasta el contenido calrico del desayuno ingls, y jur que sus subma- rinos podan hundir 600 000 toneladas mensuales, lo que obligara a Ingla- terra a capitular antes de la siguiente cosecha. Dijo que aqulla era la ltima oportunidad de Alemania y que no vea otra manera de ganar la guerra, en forma que garantice nuestro futuro como potencia mundial.

    En respuesta, Bethmann habl durante una hora, reuniendo todos los ar- gumentos de los asesores segn los cuales la entrada de los Estados Unidos en la guerra significara la derrota de Alemania. Slo vio ceos fruncidos

    27 Fischer, op. cit., 299. 28 Un informe textual de la conferencia se encuentra en German Documents, 1, 340,525; II, 1219-1277, 1317-1321.

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    y oy murmullos inquietos alrededor de la mesa. l saba que la marina, decidiendo por s sola, ya haba enviado al ataque los submarinos. Lenta- mente, fue cediendo. Cierto, el mayor nmero de submarinos ofreca una oportunidad de xito mejor que la de antes. S, la ltima cosecha haba sido mala para los aliados. Por otra parte, los Estados Unidos. . . El mariscal Von Hindenburg lo interrumpi, diciendo que el ejrcito poda encargarse de los Estados Unidos, mientras que Von Holtzendorff ofreci su garan- ta de que ningn norteamericano pondr pie en el continente. El abru- mado canciller cedi. Desde luego, dijo, si el triunfo nos llama, debemos acudir.

    El canciller no renunci. Un funcionario que despus lo encontr tirado en un silln, al parecer enfermo, le pregunt alarmado si haba recibido malas noticias del frente. No, contest Bethmann, pero fins Germaniae.29

    Nueve meses antes, en una crisis previa por los submarinos, Kurt Riezler, ayudante de Bethmann asignado al Cuartel General, haba llegado a una conclusin similar cuando escribi en su diario el 24 de abril de 1916: Ale- mania es como una persona que vacila al lado de un abismo, deseando fer- vientemente arrojarse en l.30

    Y as result. Aunque los submarinos cobraron un nmero terrible de vctimas entre los navos aliados antes de que entrara en funcin el sistema de convoy, los ingleses, alentados por la declaracin de guerra norteameri- cana, no capitularon. Pese a las garantas de Von Holtzendorff, dos millones de soldados norteamericanos llegaron a Europa y, ocho meses despus de la primera gran ofensiva norteamericana, fueron los alemanes los que tuvieron que rendirse.

    Hubo una alternativa? Dada la insistencia en la victoria y el rechazo a reconocer la realidad, probablemente no la hubo. Pero se habra conseguido un mejor resultado aceptando la propuesta de Wilson, sabiendo que aqul era un callejn sin salida, lo que impedira o ciertamente aplazara la adicin de fuerzas norteamericanas al enemigo. Sin los Estados Unidos, los aliados no tenan ya oportunidad de victoria, y como la victoria probablemente estuviese, asimismo, fuera del alcance de Alemania, ambos bandos se habran rendido, exhaustos, en una paz ms o menos equitativa. Para el mundo, las conse- cuencias de esa opcin no aprovechada habran cambiado la historia: no habra habido triunfadores, ni reparaciones, ni culpabilidad de guerra, ni Hitler y, posiblemente, tampoco una segunda Guerra Mundial.

    Sin embargo, como tantas opciones, aqulla era psicolgicamente imposi- ble. Carcter es destino, como crean los griegos. Los alemanes haban sido enseados a alcanzar los objetivos por la fuerza, y no conocan el curso de la adaptacin. No fueron capaces de olvidar el engrandecimiento, ni aun a riesgo de ser vencidos. El abismo de Riezler pareci llamarlos.

    En 1941, Japn se enfrent a una decisin similar. Su plan de Imperio, lla-

    mado la Esfera de Co-Prosperidad de la Gran Asia Oriental, basado en la

    29 Cit. en G. P. Gooch, Recent Revelations of European Diplomacy, Londres, 1927, 17. 30 Cit. en Fritz Stern, The Responsibility of Power, ed. L. Krieger, y Stern, Nueva York, 1967, 278.

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    subyugacin de China, era una visin de un Imperio japons que se extendiera desde Manchuria, pasando por las Filipinas, las Indias Holandesas, Malasia, Siam y Birmania (a veces amplindose, segn la discrecin del que hablara), hasta Australia, Nueva Zelanda y la India. El apetito de Japn estaba en proporcin inversa a su tamao, aunque no a su voluntad. Para mover las fuerzas necesarias a la empresa, era esencial tener acceso al hierro, al petrleo, el caucho, el arroz y otras materias primas que estaban muy lejos de sus posesiones. El momento de la realizacin lleg cuando la guerra estall en Europa y las potencias coloniales occidentales, principales adversarias de Japn en la zona, se encontraron luchando por su vida, o ya inermes: derrotada Francia, ocupados los Pases Bajos, aunque con un gobierno en el exilio, azotada la Gran Bretaa por la Luftwaffe, con pocas fuerzas que enviar para entrar en accin al otro lado del mundo.

    El obstculo que haba en el camino de Japn eran los Estados Unidos, que persistentemente se negaban a reconocer sus progresivas conquistas en China y que se mostraban cada vez ms renuentes a poner a su alcance los materiales necesarios para la aventura japonesa. Atrocidades cometidas en China, el ataque al caonero norteamericano Panay y otras provocaciones fueron fac- tores importantes en la opinin pblica norteamericana. En 1940, Japn firm el Tratado Tripartita, quedando como socio de las potencias del Eje, e invadi la Indochina francesa, cuando Francia sucumbi en Europa. En respuesta, los Estados Unidos congelaron los haberes japoneses y embargaron la venta de hierro viejo, de petrleo y gasolina para aviones. Unos prolongados inter- cambios diplomticos, durante 1940 y 1941, en el esfuerzo por llegar a un acuerdo, resultaron intiles. Pese al sentimiento aislacionista, los Estados Unidos no aceptaran que Japn dominara a China mientras que Japn no aceptara all limitaciones o restricciones a su libertad de movimiento en otras partes de Asia. Los dirigentes japoneses responsables, en contraste con los extremistas militares y los fanticos polticos, no deseaban la guerra con los Estados Unidos. Lo que queran era mantenerlos pasivos mientras ellos procedan a conquistar su Imperio de Asia. Creyeron que se poda lograr esto mediante simple insistencia, reforzada por alarde de fuerza, exigencias pre- tenciosas y la intimidacin implcita en su sociedad con el Eje. Cuando se vio que estos mtodos slo fortalecan la oposicin de los norteamericanos, los japoneses, habiendo examinado muy poco el asunto, se convencieron de que si procedan a alcanzar su primer objetivo, los recursos vitales de las Indias Holandesas, los Estados Unidos entraran en guerra contra ellos. Cmo lograr lo uno sin provocar lo otro fue el problema que los tortur durante los aos l940-1941.

    La estrategia exiga que, para apoderarse de las Indias y transportar a Japn sus materias primas, era necesario proteger el flanco japons contra toda amenaza de accin naval norteamericana en el Sudoeste del Pacfico. El almirante Yamamoto, comandante en jefe de la armada japonesa y autor del ataque a Pearl Harbor, saba que Japn no tena esperanza de una victoria final sobre los Estados Unidos. Como dijo al primer ministro Konoye, No tengo ninguna confianza para el segundo o tercer ao. Como crea que las operaciones contra las Indias Holandesas conducirn a un temprano comien-

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    zo de guerra con los Estados Unidos, su plan consisti en forzar las cosas y suprimir a los Estados Unidos mediante un golpe fatal. Entonces, al con- quistar el Sudeste de Asia, Japn podra adquirir los recursos necesarios para una guerra prolongada con objeto de establecer su hegemona sobre la Es- fera de Co-Prosperidad. Propuso as que Japn ferozmente ataque y des- truya la principal flota de los Estados Unidos al comienzo de la guerra, para que la moral de la marina norteamericana y su pueblo se hunda hasta tal punto que no pueda recuperarse.31 Esta curiosa estimacin fue la de un hombre que no desconoca los Estados Unidos, pues haba asistido a Harvard y servido como agregado naval en Washington

    Los planes para el golpe, supremamente audaz, de aplastar la flota nor- teamericana del Pacfico en Pearl Harbor comenzaron en enero de 1941, mien- tras que la decisin ltima continu siendo tema de intensas maniobras entre el gobierno y los servicios armados durante todo el ao. Los partidarios del ataque preventivo prometieron, no con mucha confianza, que suprimira a los Estados Unidos de toda posibilidad de intervenir y, se esperaba, de toda hostilidad ulterior. Y si no es as, preguntaban los dudosos, entonces qu ocurre? Arguyeron que Japn no podra ganar en una guerra prolongada contra los Estados Unidos, que se estaba jugando la vida de su nacin. Du- rante ningn momento de las discusiones faltaron voces de advertencia. El primer ministro, el prncipe Konoye, renunci, los comandantes se dividieron, los asesores se mostraron vacilantes y preocupados. y el emperador estaba sombro. Cuando pregunt si el ataque por sorpresa podra obtener una vic- toria tan grande como el ataque por sorpresa a Puerto Arturo en la guerra ruso-japonesa, el almirante Nagano, jefe del Estado Mayor Naval, replic que era dudoso que Japn pudiese ganar, de cualquier manera.32 (Es posi- ble que al hablar al emperador, sta fuese una ritual inclinacin de modestia oriental, pero en momento tan grave. esto parece improbable.)

    En esta atmsfera de duda, por qu se aprob el riesgo extremo? En parte, porque la exasperacin ante la falla de todos los esfuerzos de intimidacin haba conducido a un estado mental de todo o nada, y a una impotente aceptacin de los civiles, ante los militares. Adems, hay que tomar en cuenta las grandiosas pretensiones de las potencias fascistas, en que ninguna con- quista pareca imposible. Japn haba movilizado una voluntad militar de terrible fuerza que, en realidad, lograra extraordinarios triunfos, entre ellos, la toma de Singapur y el propio golpe de Pearl Harbor, que estuvo a punto de provocar el pnico en los Estados Unidos. Fundamentalmente, la razn de que Japn corriera el riesgo es que tena que seguir adelante o bien conten- tarse con el statu quo, que nadie estaba dispuesto a sugerir ni poda, polti- camente, permitirse. Durante ms de una generacin, la presin del agresivo ejrcito que se encontraba en China y de sus partidarios en el interior, haba lanzado a Japn hacia el objetivo de un Imperio imposible ante el que ahora no poda retroceder. Se haba quedado preso de sus excesivas ambiciones.

    Una estrategia distinta habra consistido en proceder contra las Indias

    31 Gordon W. Prange, At Dawn We Slept, Nueva York, 1981, 10, 15, 16. 32 Diario del marqus Kido, encargado dcl Sello Privado, 31 de julio de 1941, cit. en Herbert Feis, The Road to Pearl Harbor, Princeton, 1950, 252.

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    Holandesas, sin