petersburgo - andrei biely

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    Petersburgo, la ciudad, es e

    verdadero protagonista de estanovela. Concebida y presentadacomo un espacio geométricocerrado, configurado entre la

    Perspectiva Nevski y el Neva, entreas callejuelas grises y los palaciorojizos, aparece como un ser vivo

    pensante y sintiente.Un ser palpitante sobre el queaparecen los personajes como

    títeres atormentados y grotescos, que atraviesan dos misteriosofantasmas: el Jinete de Bronce (la

    estatua de Pedro I, símbolo de

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    poder paternalista y opresorconcebido como alma de la ciudad del poder por Pushkin, pero todavíahoy emblema de la ciudad) y eHolandés Errante, que es el Neva, el puerto y lo Otro.

    Un desfile que se va transformandomediante el extraordinario uso dea sintaxis y merced a la

    significación otorgada a ciertosímbolos, como el color (rojo negro, sobre el gris de la niebla, e

    azul del Neva, el verde grisáceo demar, el bermellón de los palacios, ebronce de la fiebre), en uno de losueños más subyugantes que jamá

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    haya dado la literatura.

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     Andrei Biely

    Petersburgo

    ePub r1.0Titivillus 02.05.15

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    Título original:  ПетербургъAndrei Biely, 1916Traducción: José Fernández Sánchez

    Editor digital: TitivillusePub base r1.2

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    PRIMERA PARTE

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    PRÓLOGO

    Señoras, señores, ciudadanos todos

    ¿Qué es nuestro Imperio Ruso?

     Nuestro Imperio Ruso es un cuerpgeográfico, es decir, una parte deplaneta conocido. El Imperio Ruscomprende: en primer lugar, la Gra

    Rusia, la Pequeña, la Blanca y la Rojaen segundo lugar, los reinos de Georgiade Polonia, de Kazán y de Astraján; e

    ercer lugar, comprende..., etcétera.Integran nuestro Imperio Rus

    muchas ciudades: capitales de Estado

    de región, de provincias y villas

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    además: la primera corte y la madre das ciudades rusas.

    La primera corte es Moscú; y l

    madre de las ciudades rusas es Kiev.Petersburgo, o San Petersburgo,

    Píter (que tanto da), pertenece a

    mperio Ruso de hecho. ZargradoKonstantinogrado (o, como sueldecirse, Constantinopla) le pertenec

    por derecho de herencia. Pero no noextenderemos en este punto. Nos extenderemos más sobr

    Petersburgo: existe un Petersburgo,

    San Petersburgo, o Píter (que tanto da)En base a esas mismas razones lAvenida Nevski es una avenid

    petersburguense.

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    La Avenida Nevski tiene unsorprendente propiedad: es un espacidestinado a la circulación del público

    está delimitada por casas numeradas; lnumeración coincide con el orden de lacasas, lo que facilita en grado sumo l

    dentificación de la casa buscada. Lavenida Nevski, como cualquieavenida, es una Avenida pública; est

    es, una avenida para que circule epúblico (no el aire, pongamos por caso)as casas que forman sus límiteaterales son — ¡ejem! bien dicho... par

    el público. Por la noche la Avenidevski se alumbra con luz eléctrica. D

    día la Avenida Nevski no requier

    alumbrado.

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    La Avenida Nevski es (debo decirlorectilínea, siendo como es una avenideuropea; toda avenida europea es alg

    más que una avenida, es (como queddicho) una avenida europea, ya que.bien mirado...

    Por eso precisamente la Avenidevski es una avenida rectilínea.

    La Avenida Nevski es una avenid

    de mucha importancia en esta ciudadcapital, no rusa. Las demás ciudaderusas son un apiladero de casuchas dmadera.

    De todas ellas Petersburgo difierasombrosamente.

    Si ustedes afirman y sostienen l

    disparatada leyenda de que lo

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    moscovitas suman un millón y mediodeberán conceder que la capital eMoscú, ya que sólo las capitales tiene

    un millón y medio de habitantes; ningúcentro de provincia tuvo, tiene ni tendrun millón y medio de habitantes. De da

    fe a la disparatada leyenda resultaríque la capital no es Petersburgo. Que sexistencia es pura apariencia.

    Con todo, Petersburgo, amén dparecer, también aparece: en los mapasen forma de dos redondeles, uno dentrdel otro, con un punto negro en el medio

    desde este centro matemático, qucarece de dimensión, manifiestenérgicamente que existe: de allí, de es

    punto, sale en torrente un enjambre d

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    ibros impresos; de ese punto invisiblparten rápidas las circulares.

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    CAPÍTULO PRIMERO

    que trata de un personaje digno; de su

    juegos cerebrales y de lo efímero de la

    existencia

    Fue una época horribleestá fresca en el recuerdo…

    sobre ella, amigos míocomenzaré mi relatoMi relato será triste…

    A. PUSHKIN

    APOLÓN APOLÓNOVICHABLEÚJOV

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    Apolón Apolónovich Ableújov erde ilustre procedencia: tenía en suorígenes a Adán. Pero hay algo má

    notable: a esta ilustre familia perteneciSem, padre de los pueblos semitashesitas y pieles rojas.

    De aquí pasemos a antepasados duna época no tan remota.

    Habitaban éstos en la horda kirguiz

    kaisak, de donde en el reinado de lemperatriz Anna Ioánnovna el emir AbLai, tatarabuelo del senador, sncorporó intrépido al servicio ruso,

    en el bautismo cristiano recibió enombre de Andrei y el apodo de UjovPosteriormente, y para abreviar, Ab-Lai

    Ujov fue transformado en Ableújov

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    secas.Este tatarabuelo dio origen a l

    estirpe.

    Un lacayo gris de galones doradoquitaba con un plumero el polvo de

    escritorio; por la puerta abierta atisbó egorro del cocinero. —¿El señor, ya se ha levantado?… —Se está dando friegas con colonia

    pronto pasará a tomar el café… —Esta mañana el cartero decí

    como que había para el señor una cart

    de España; con sello español. —Oiga lo que le digo: que no and

    fisgando en las cartas…

    De pronto la cabeza del cociner

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    desapareció. Apolón ApolónovicAbleújov pasó al despacho.

    Un lápiz sobre la mesa acaparó latención de Apolón ApolónovichApolón Apolónovich adoptó un

    decisión: conferir una forma acabada a punta del lápiz. Se aproximó rápido a mesa escritorio y se apoderó… de

    pisapapeles, al que hizo girar un largrato, madurando un pensamiento.

    La distracción se debió a que en esnstante preciso le vino una profund

    dea; e inmediatamente, a destiempo, sdesplegó en un hilo de pensamientos.

    Apolón Apolónovich se apresuró

    anotar el hilo de pensamientos: apuntad

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    el hilo, pensó: «Es hora de ir anegociado». Y pasó al comedor a tomasu café.

    Previamente preguntó con insistencia su anciano ayuda de cámara:

     —¿Nikolai Apolónovich se h

    evantado? —No, señor: aún no se h

    evantado…

    Apolón Apolónovich se frotcontrariado el entrecejo: —E-e… dígame: cuando — dígam

    — Nikolai Apolónovich, es decir…

    Inmediatamente, sin esperar lrespuesta, pasó a tomar el café, lanzanduna mirada al reloj.

    Eran las ocho y media en punto.

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    Todos los días el senador snformaba de la hora en que s

    despertaba su hijo. Y todos los día

    fruncía el ceño. Nikolai Apolónovich era el hijo de

    senador,

    EN UNA PALABRA, ESTABA ALFRENTE DE UN NEGOCIADO…

    ¿Qué posición social ocupaba epersonaje que aquí se levantó de l

    nada?Creo que la pregunta está bastantfuera de lugar: a Ableújov le conocíRusia por la extraordinaria extensión d

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    sus discursos; estos discursos destilabasutilmente ciertos venenos, debido a lcual las propuestas del Partido era

    rechazadas en su debido lugar. Con lncorporación de Ableújov a un puest

    de responsabilidad el Noven

    Departamento se hizo inoperante. Coese Departamento Apolón Apolónovicmantenía una reñida pugna burocrátic

    con papeles y, cuando llegaba el cascon discursos, para lograr lmportación a Rusia de gavilladora

    americanas. (El Noveno Departament

    no era partidario de la importación).Apolón Apolónovich estaba al frent

    de un Negociado; de ese… ¿cómo s

    lama?

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    Comparando a mi ilustre personajeflaco y feo, con la enormidanconmensurable de los mecanismo

    bajo su mando, cualquiera caería en uprolongado e ingenuo estupor; en verdaa todos dejaba estupefacta la erupció

    de energía mental de su caja craneal, despecho de Rusia entera.

    Mi senador acababa de cumplir lo

    sesenta y ocho años; su cara pálidrecordaba el gris pisapapeles (en lomomentos solemnes) o el cartón piedren los momentos de asueto); los pétreo

    ojos senatoriales, sumergidos en unfosa verdinegra, en los momentos dcansancio parecían más azules

    mayores.

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    Por parte nuestra agregaremosApolón Apolónovich no se inquietaba eabsoluto cuando contemplaba sus oreja

    completamente verdes que adquiríaenormes proporciones al proyectarssobre el fondo sangriento de la Rusia e

    lamas. Así había aparecido hacía pocoen la portada de una trivial revista dhumor, una de esas revistucha

    «judaicas», que con sus portadasangrantes aquellos días proliferabarápidamente en las avenidas abarrotadade gente…

    EL NORDESTE

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    En el comedor de roble cantó ereloj de cuco; Apolón Apolónovich ssentó ante la taza de porcelana y fu

    quebrando la corteza caliente del panambién a la hora del café, tambié

    bromeaba:

     —Semiónich ¿quién es el personajmás importante?

     —Supongo, Apolón Apolónovich

    que el más importante es el consejerprivado numerario.Apolón Apolónovich sonrió con lo

    abios:

     —Supone usted mal: edeshollinador…

    El ayuda de cámara se sabía el fina

    del equívoco, pero se lo reservaba.

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     —¿Por qué? permítame preguntarle. —Al consejero privado numerario

    Semiónich, le ceden el paso…

     —Creo que sí… —El deshollinador… A él le cede e

    paso hasta el consejero privado: e

    deshollinador mancha. —Vaya. —Como lo oyes: pero hay un ofici

    aún más importante…Y agregó: —El de limpiarretretes… —Fuh…

    Y dio un sorbo al café. —Mire, Apolón Apolónovich

    ambién Anna Petrovna…

    Al decir «Anna Petrovna» el canos

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    ayuda de cámara interrumpió la frase.

     —¿El abrigo gris?

     —El gris… —¿Y qué guantes? —Los guantes de gamuza…

     —Haga el favor, excelencia, desperar: los guantes están en eguardarropa: estante — be — nordeste.

    Apolón Apolónovich sólo en unocasión se dignó ocuparse de lanimiedades de la vida para inventariaas cosas; las cosas quedaro

    nventariadas en un orden; con ellquedaron clasificados todos los estante  anaqueles; los anaqueles recibiero

    as letras a, be, ce; y los cuatro lados d

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    os estantes obtuvieron los nombres dos cuatro puntos cardinales.

    Apolón Apolónovich se colocó la

    gafas y anotó en su registro con letrmenuda, diminuta: gafas, estante — be

    E, es decir, nordeste; el ayuda d

    cámara recibió una copia del registro.

    En la casa lacada las tormentas de lvida transcurrían sin ruido; pero laormentas de la vida eran aquí mortales.

    BARÓN BORONADe la mesa destacaba el bronc

    patilargo; no deslumbraba la lámpara d

    pantalla rosaviolácea, con delicado

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    dibujos: nuestro siglo ha perdido esecreto de esa pintura; el cristal svolvió opaco con el tiempo; también e

    primoroso dibujo.Desde todas las paredes los espejo

    dorados engullían el salón con su

    verdosas superficies; Cupidos dmejillas doradas los remataban con sualas; brillaba una pequeña mesa d

    nácar.Apolón Apolónovich abrió rápido lpuerta, apoyando la mano en el pomaristado de cristal; su paso resonó en la

    brillantes tablillas del parquet; desdodos los rincones se lanzaron a s

    encuentro repisas con chucherías d

    porcelana, las chucherías las había

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    raído de Venecia Ana Petrovna y éhacía de ello unos treinta años. Erecuerdo de una laguna brumosa, un

    góndola y un aria, que gemía a lo lejossurgió inoportuno en la cabeza desenador.

    Al instante pasó los ojos al piano.Allí, en la tapa de laca amarill

    refulgieron las hojitas de una taracea d

    bronce; de nuevo (inoportuna memoriarecordó Apolón Apolónovich una nochblanca de Petersburgo; tras las ventanacorría el río; y la luna estaba quieta;

    sonaban unos trinos de Chopinrecordaba que tocaba a Chopin (no Schumann) Anna Petrovna…

    Centellearon las hojas de la tarace

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    — nácar y bronce en los estuches, en loestantes adosados a las paredes. ApolóApolónovich se posó en un sillón estil

    mperio, donde en el raso de un pálidceleste se retorcían unos ramos; y tomde una bandeja china una pila de carta

    cerradas; se reclinó sobre los sobres scabeza calva.

    Rasgaba los sobres: sencillo, po

    correo, con el sello ladeado: —Veamos, veamos, bien… —Una solicitud… —Bueno, una solicitud…

    Con el tiempo, más tarde: en smomento…

    Un sobre de duro papel: co

    monograma y escudo en el lacre.

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     —Hum… El conde Dobleuve…¿Qué?…

     —Hummm…

    El conde Dobleuve era el directodel Noveno Departamento.

    Otro… Un sobrecillo de un ros

    pálido, minúsculo; tembló la mano desenador; reconoció la letra: — observel sello español, mas no abrió el sobre:

     —¿Ya enviaron el dinero? —¡¡¡El dinero será enviado!!!Y Apolón Apolónovich, creyend

    sacar el lápiz, extrajo del chaleco e

    cepillo de hueso para las uñas y con ése dispuso a tomar nota…

     —¿…?

     —El coche, señor…

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    Apolón Apolónovich levantó lcabeza calva y abandonó la habitación.

    Sobre el piano colgaba una copireducida de «Distribution des aigles pa

    apoleón premier», de David.

    El cuadro presentaba al altivEmperador con corona y púrpura darmiño.

    La magnificencia del salón erglacial por la ausencia total dalfombras: brillaba el parquet; si el soo alumbrara por un instante, se hubier

    vuelto cegador.Pero el senador Ableújov habí

    dado al frío categoría de principio.

    El frío estaba grabado: en el dueño

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    en las estatuas, en los criados, hasta eel oscuro buldog atigrado, que vivía ealgún sitio próximo a la cocina; en est

    casa se acomplejaban todos, cediendo aparquet, a los cuadros y a las estatuassonriendo, turbándose y comiéndose la

    palabras: adulaban, hacían reverencias crujían los dedos fríos en un afán dobsequiosidades estériles.

    Desde la partida de Anna Petrovnase mantenía en silencio el salón, cayó lapa del piano: no sonaban los trinos.

    Apolón Apolónovich descendió avestíbulo; su canoso ayuda de cámaraque también bajó al vestíbulo, observ

    as venerables orejas, mientras oprimí

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    en el puño una tabaquera, regalo de uministro.

    Apolón Apolónovich buscaba la

    palabras adecuadas: —Y, en concreto, ¿qué hace?…

    eso… hace…

     —¿…? —Nikolai Apolónovich. —Está bien…

     —¿Y qué más? —Se encierra y lee libros. —¿Libros? —Pasea por la habitación…

     —Pasea — … ¿Y cómo? —¡En bata! —Bien… ¿Qué más?

     —Ayer esperaba…

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     —¿A quién? —Al guardarropa… —¿Qué guardarropa es ése?

     —El guardarropa, señor…

    Apolón Apolónovich se frotó e

    entrecejo: su cara se iluminó y se hizde pronto vieja: —Oiga, usted es un barón. —¿…? —¿Come usted borona? —Comíamos borona: en el pueblo. —Ya ve, para que usted diga.

    EL COCHE VOLÓ EN LA NIEBLA

    La llovizna mojaba las calles, la

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    avenidas, las casas y los tejados.Mojaba a los transeúntes: y le

    premiaba con gripes; las influenzas y la

    gripes se escurrían con la lluvia menudbajo la capa del escolar, del estudiantedel funcionario, del oficial y de u

    sujeto; el sujeto miraba alrededor comelancolía; observaba la avenidacaminaba sin un murmullo hacia e

    nfinito de las avenidas en medio de uorrente de otros iguales a él — entre eviento, el fragor y los trinos de loautomóviles.

    Hasta chocar contra el malecóndonde se acababa todo: los trinos y esujeto.

    En la remota lejanía, como más all

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    de lo debido, se humillaron asustadas se agacharon las islas; y se agacharoas casas; parecía que iban a subir la

    aguas para en un instante volcar sobrellas el fondo, el légamo verdoso; sobrese légamo verdoso retumbaba en l

    niebla y trepidaba el puentikoláesvski.

    A la mañana sombría abrió su

    puertas la casa amarilla: la casa sasomaba al río Neva; y el mayordomde galones se fue a llamar al cocheroLos caballos rucios arrancaron

    allegaron el coche, que llevaba blasónun unicornio empitonando a ucaballero.

    Un postinero inspector policial a

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    pasar ante la entrada quedó embobado se estiró como un huso, cuando ApolóApolónovich Ableújov, de abrigo gris

    sombrero de copa, con rostro pétreoque recordaba un pisapapeles, cruzrápido el umbral y más rápido aún pus

    el pie en el estribo del cochecalzándose sobre la marcha un guantnegro de gamuza.

    Apolón Apolónovich Ableújoanzó una rápida mirada desconcertadal policía, al coche, al cochero, al grapuente negro, a la vastedad del Neva

    donde tan pálidas se difuminaban laejanías con multitud de chimeneas y d

    donde asomó con sobresalto la isl

    Vasilev.

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    El mayordomo gris cerró apresurada portezuela. El coche penetró veloz ea neblina; el policía casual observó po

    encima del hombro la turbia neblina ea que había penetrado rápido el coche

    suspiró y se fue; miró en la mism

    dirección el mayordomo: a la vastedadel Neva, donde se levantabamprecisas las múltiples chimeneas y d

    donde asomó con sobresalto la islVasilev.Aquí, al comienzo, interrumpo e

    hilo de mi relato, para presentar a

    ector el escenario del drama.

    CUADRADOS;

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    PARALELEPÍPEDOS; CUBOS

    Allí, donde había sólo vah

    suspendido, surgió primero borrosa lcatedral de San Isaac, que fudescendiendo como un manchó

    negruzco del cielo a la tierra; aparecipoco a poco hasta volverse precisa lestatua ecuestre del emperador Nicolása su pie un granadero imperial asomentre la niebla su gorra peluda.

    El coche volaba hacia la avenidevski.

    Apolón Apolónovich Ableújov smecía en el mullido asiento de raso; locuatro tableros perpendiculares l

    separaban de la calle desapacible; l

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    apartaba de la gente y de las mojadaportadas rojas de las revistas, quvendían en las bocacalles.

    El trazado regular y simétrico de lacalles calmó los nervios del senadorensados por la vida doméstica irregula

      el girar impotente de nuestra ruedestatal.

    Sus preferencias eran de un

    sencillez armoniosa. Nada le gustaba tanto como lavenida rectilínea; esa avenida lrecordaba el transcurrir del tiempo entr

    os dos extremos de la vida.Allí las casas eran cubos qu

    formaban hilera regular de cinc

    plantas; esa hilera era distinta a la líne

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    de la vida: aquí, a la mitad del caminde la vida de un dignatario con las máaltas condecoraciones, finalizaron s

    viaje muchos altos cargos.El senador se entusiasmó cuando s

    coche lacado cruzaba la avenid

    evski: vio las casas numeradas y lcirculación; allí, de allí, en los díadiáfanos en la remota lejanía, refulgía

    cegadores: la aguja dorada, las nubes, erayo arrebolado del ocaso; allí, de all— en los días de niebla — nada, nadie.

    Y allí estaban las Líneas: el Neva

    as islas. Probablemente, en aquellodías lejanos, en que emergían de laciénagas musgosas los altos tejados, lo

    mástiles, las agujas, que con su

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    dentículos traspasaban la neblinaguanosa, verdusca,

     — llegó volando en sus velas d

    sombra a Petersburgo eHolandés errante, que venía dlos plúmbeos espacios de lo

    mares bálticos y germanos, parlevantar aquí sus ilusorias tierra brumosas y dar el nombre d

    islas a un alud de nubemovedizas.Apolón Apolónovich no amaba la

    slas: allí vivían obreros groseros; all

    un apretado enjambre humano marchabcada mañana hacia las fábricas dmúltiples chimeneas; pero los habitante

    de las islas formaban parte de l

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    población del Imperio; también ellofiguraban en el censo.

    Apolón Apolónovich no quería otr

    solución: ¡aplastar las islas! Amarrarlacon los hierros del enorme puenteraspasarlas con las flechas de la

    avenidas…El hombre de Estado, mientra

    oteaba con la imaginación la niebl

    nfinita del cubo negro del coche, dpronto comenzó a expandirse en todaas direcciones y se remontó sobre ella

    habría querido que el coche avanzar

    veloz, que las avenidas, una tras otravolaran a su encuentro; que toda lsuperficie esférica del planeta quedar

    ceñida, como por anillos de serpiente

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    por los cubos negruzcos de las casasque toda la tierra oprimida por avenidasurcara las inmensidades en carrer

    cósmica lineal de acuerdo a las leyerectilíneas; que una malla de avenidaparalelas, entrelazada con una malla d

    avenidas, se extendiera hacia loabismos siderales con los planos dcuadrados y cubos: a cuadrado po

    habitante, que…Después de la línea, ningunregularidad le calmaba tanto como ecuadrado.

    A veces se entregaba a uncontemplación maniática de pirámidesriángulos, paralelepípedos, cubos

    rapecios.

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    Apolón Apolónovich, mientrapermanecía en el centro del cubo negroperfecto y forrado de raso, gozab

    argamente de los tableros rectangularesApolón Apolónovich había nacido parhabitar una celda solitaria; sólo el amo

    a la planimetría estatal le ayudaba encajar en la poliedricidad de un altcargo.

    La avenida mojada, resbaladizaquedó atravesada en ángulo recto dnoventa grados por otra avenida mojadaen el punto de intersección estaba u

    municipal…Y se levantaban exactamente la

    mismas casas, y las mismas grise

    muchedumbres humanas transitaban all

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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      flotaba allí la misma nieblverdiamarilla.

    Paralela a la avenida, corría otr

    avenida con la misma hilera de cajonescon la misma numeración, con lamismas nubes.

    Era una infinitud de fugitivaavenidas cruzadas por una infinitud dfantasmas. Petersburgo es una avenid

    nfinita elevada a la enésima potencia.Más allá de Petersburgo no hanada.

    LOS HABITANTES DE LAS ISLASOS ASOMBRARÍAN

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    Era el último día de septiembre.En la isla Vasilev, al final de l

    Decimoséptima línea, emergía de l

    niebla una casa enorme y gris; unescalera desaseada llevaba a los pisoshabía puertas y más puertas; una s

    abrió.Y en su umbral aparecía u

    desconocido de bigotes negrísimos.

    En su mano penduleaba un hatillo, npequeño, ni demasiado grande, hechcon una servilleta mugrienta cofestones colorados de faisane

    desteñidos.Era la escalera de servicio

    sembrada de peladuras de pepino y d

    hojas de berza, aplastadas por el pie. E

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    desconocido resbaló en ellas: describiun zig-zag; el desconocido querípreservar el hatillo de que por un

    desagradable casualidad cayera sobros peldaños de piedra; el ademán de

    codo insinuó un movimient

    funambulesco.Después, en el encuentro con e

    portero, que subía la escalera con un ha

    de leña de álamo al hombro, edesconocido dio muestras crecientes dpreocupación por la suerte del hatilloque podía quedar enganchado en u

    eño.Cuando el desconocido bajaba e

    último escalón se le cruzó un gato negr

    con el rabo enhiesto, que dejó caer a lo

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    pies del desconocido las tripas de ungallina; y una convulsión atravesó lcara del desconocido.

    Así se comportan las señoritas.A veces también se comportan as

    os contemporáneos extenuados d

    nsomnio. El desconocido padecínsomnio: la atmósfera cargada de hum

    de su habitáculo así lo insinuaba; y l

    confirmaba su tez azulenca.El desconocido se detuvo en epatio, un rectángulo asfaltado y cercadpor las cinco plantas del coloso d

    múltiples ventanas. En medio del patise apilaba húmeda leña de álamo; ravés del portón se veía un tramo de l

    ínea Decimoséptima, barrida por e

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    viento.¡Oh, líneas!Vosotras conserváis el recuerdo de

    Petersburgo de Pedro Primero.Estas líneas paralelas las trazó e

    otra época Pedro; después fuero

    parcelándose con tapias de granito, dadrillo, de madera; las líneas de Pedr

    se fueron convirtiendo en líneas de un

    época posterior: en líneas de lemperatriz Catalina, con redondeces, euna hilera de columnas.

    Entre los colosales edificio

    quedaron intercaladas las casitas dPedro; allí una de troncos, allí unverde, allí una azul de planta baja, co

    el letrero rojo chillón de una «Casa d

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    comidas»; las narices ventean variadoolores: huele a sal marina, a arenque, maromas, a zamarra de cuero y a pipa,

    a lona ribereña.¡Oh, líneas!…¡Cómo cambiaron, cómo la

    cambiaron los días duros!El desconocido recordó: una tard

    de verano a la ventana de aquella casit

    ustrosa una vieja mascaba con loabios; en agosto la ventana se cerró; eseptiembre pasó un ataúd forrado dglasé.

    Pensó el desconocido que la vida sponía cara; la gente trabajadora vivímalamente; desde la otra orill

    Petersburgo se clavaba con las flecha

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    de las avenidas y un tropel de gigantede piedra.

    Allí se levantaba Petersburgo; entr

    un nimbo de nubes se incendiaron allos edificios; de allí, del caos ululante

    alguien sacó por encima de la niebla e

    cráneo y las orejas y observó comirada pétrea.

    En todo esto pensó el desconocido

    crispó el puño en el bolsillo; y sacordó de que caían las hojas.Todo lo sabía de memoria. Esta

    hojas caídas, para cuántos serían la

    últimas: se detuvo sombra azulada.

     Nosotros agregaremos: ¡ay, hombre

    rusos, hombres rusos! ¡No consintái

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    que la muchedumbre de sombraabandone las islas! Sobre las aguas deLeteo ya han tendido puentes negros

    húmedos. Haríais bien en destruirlos…Ya es tarde…Tropeles de las sombras cruzaron e

    puente; también la oscura sombra dedesconocido.

    En su mano penduleaba un hatillo, n

    muy pequeño, ni demasiado grande.

    Y, AL VERLO, SE DILATARON; SE

    ILUMINARON, BRILLARON…

    Con la turbamulta que le precedía, eanciano senador mantenía contactos

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    ravés de hilos (telegráficos elefónicos); el torrente de sombras fluíranquilo como una noticia de paz

    Apolón Apolónovich iba pensando: eos astros; meciéndose en el asient

    negro calculaba la intensidad de la lu

    que llegaba de Saturno.De pronto…su cara se arrugó y crispó nerviosa

    os ojos bordeados de azul sagrandaron convulsivos; sus brazos salzaron hasta el pecho. Su cuerpo sreclinó y la chistera golpeó contra e

    ablero y se posó en sus rodillas…El involuntario movimiento no tení

    explicación; el código de reglas de

    senado no lo preveía…

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    Contemplando el fluir de lasiluetas, Apolón Apolónovich lacomparó a puntos luminosos; uno d

    esos puntos abandonó su órbita y marchhacia él con celeridad vertiginosaconvertido en enorme bola purpúrea

    desde su rincón descubrió entre lobombines un par de ojos; los ojoexpresaban lo intolerable: reconociero

    al senador; y al reconocerlo senfurecieron, se dilataron, sluminaron, brillaron.

    Más tarde, al repasar lo

    pormenores del hecho,Apolón Apolónovich recordó, má

    bien cayó en la cuenta, que el transeúnt

    levaba un hatillo en la mano.

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    Apretujado entre el torrente dcarruajes, el coche se detuvo en unencrucijada; la muchedumbre d

    ranseúntes se arracimó en torno acoche del senador, con la decepción dApolón Apolónovich, convencido d

    que cuando rodaba por la Nevski volaba millones de verstas lejos del ciempiéhumano: Apolón Apolónovich se peg

    desasosegado al cristal; fue entoncecuando descubrió al transeúnte. Máarde, al recordar aquella cara

    comprobó con disgusto que era incapa

    de incluirla en cualquiera de lacategorías existentes…

    Fue entonces cuando los ojos de

    desconocido se dilataron, se iluminaron

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    brillaron.Se recostó sobre el espaldar de

    coche que rodaba envuelto en volutas d

    humo sucio, pero sus ojos conservabaa misma visión; el corazón le palpitaba se dilataba; le pareció que en el pech

    crecía una bola purpúrea, pronta estallar en pedazos.

    Apolón Apolónovich padecí

    dilatación cardíaca.Apolón Apolónovich, que se habícolocado mecánicamente la chistera y shabía llevado la mano al pech

    palpitante, se abandonó a lcontemplación dilecta de los cubos, parreflexionar con calma sobre lo ocurrido

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    Los caballos se detuvieron. Emunicipal se llevó la mano a la gorra

    Tras el cristal del portal, al pie de uatlante barbudo que soportaba lapiedras de un balconcillo, Apoló

    Apolónovich vio lo mismo: allí brillabuna maza de bronce, de testa pesada; allse ladeó sobre un hombro un oscurricornio: el gerente dormitaba sobre eoticiero Bursátil . Dormitaba igual qu

    anteayer y que ayer.Llevaba durmiendo un lustro… As

    seguirá…Desde aquel día en que Apoló

    Apolónovich entró en el negociado e

    calidad de jefe del mismo, había

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    pasado más de cinco años. Y aquhabían ocurrido acontecimientos: Chinse amotinaba y se había rendido Puert

    Arturo.

    Se abrió la puerta; golpeó la maza

    Apolón Apolónovich trasladó la miradde la puerta del coche al porche. —Excelencia… Siéntese… Mira, tú

    se sofoca… —No para usted de correr, como s

    fuera un chiquillo… —¿Se le ofrece… un poco de agua?

    Pero la cara del alto personaje svolvió toda arrugas: —Dígame: ¿quiées la esposa del cartero?

     —¿De cuál? Permítame preguntarle.

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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     —¿Es que no hay cartero a secas? —¿…? —La cartera.

     —Ji-ji, qué señor más gracioso…

    A DOS ESTUDIANTILLASPOBREMENTE VESTIDAS

    Entre la muchedumbre quranscurría lenta marchaba edesconocido; más bien huía, aturdido, daquella encrucijada, en la que laplastaron contra un coche, del cual lmiraron una oreja y una chistera.

    ¡El ya había visto aquella oreja!

    Echó a correr.

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    Mientras traspasaba las columnas dconversaciones iba captando fragmentoque se componían en frases.

     —¿Sabe? —se oyó a la derecha y sdesvaneció.

    Y emergió:

     —Se disponen… —A tirar…Susurraron detrás:

     —¿Contra quién?Un traje negro dijo: —Abl…Y pasó:

     —¡¿Contra Ableújov?!El traje terminó ya de lejos… —Habl…as mucho y ha…ces…

    poco…

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    El traje tenía hipo.Pero el desconocido se detuv

    mpresionado por todo lo oído:

     —¿Se disponen?… —¿A tirar?…En torno susurraron:

     —Apruebo.El desconocido creyó escucha

    «provo», y él mismo acabó la frase:

     —¡¿Provo-cación?!La provocación cundió por levski. La provocación dio un nuev

    sentido a las palabras oídas.

    Sólo con cambiar el diptongo ue poa letra o, la frase inocente habí

    adquirido un horrible contenido; lo peo

    era que la sílaba la había cambiado é

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    mismo, el desconocido.Entonces, la provocación anidaba e

    él.

    ¡Ay, hombres rusos!Os volvéis sombras de los girone

    de nubes: las nubes siempre llegan d

    os espacios plomizos del Baltebullente; contra las nubes apuntaron locañones.

    A las doce un sordo cañonazo disolemne la hora a Petersburgo, suntuoscapital del Imperio: y se desgarraron lanubes y se disiparon las sombras.

    Sólo una sombra — la del joven —no tembló ni se disipó con el cañonazo  corrió sin trabas hacia la orilla de

    eva.

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    De pronto vio clavada en sí lmirada fija de dos estudiantillapobremente vestidas…

    ¡CÁLLESE!…

    «Baja…»Y se oyó: —Caja…

    Y una tertulia de sastres famélicocomenzó a chillar:

     —¡Ah-ahja-ja-aha-ja!

    En otoño las calles de Petersburgson un helero; el frío penetra hasta euétano y cosquillea; pero cuando de l

    calle entras en casa, la calle fluye po

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    us venas como la fiebre.Todo eso sentía el desconocido, a

    entrar en el vestíbulo empañado

    saturado de vapor, atiborrado: dabrigos negros, azules, grises, amarillosde gorros con orejeras y de chanclos d

    odos los tipos; se esparcía un vaho coolor a buñuelos:

     —¡Aaah!

    El restaurante era un cuartuchdescuidado; el suelo encerado; laparedes, pintadas por un pintor de mal

    muerte, representaban los restos de unflota, y en la parte superior PedrPrimero apuntaba con la mano a lo lejos

     —¿El aguardiente con esencia?

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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     —¡Sin esencia!Pensaba: ¿por qué se había asustad

    de aquella mirada tras el cristal de

    coche? Los ojos se habían agrandadopetrificado, cerrado; la cabeza se habíadeado hasta ocultarse; la mano s

    había movido inerte; no era una manoera… una manita…

    Mientras, en el mostrador, se oreab

    a comida: se agriaban unas hojamustias con una pila de albóndigarancias.

    Allí, en un rincón, se acomodó useñor sudando de ocio con barba dcochero, chaqueta azul y bota

    ensebadas: vaciaba copa tras copa

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    lamaba al camarero: —Ponme algo de comer… —¿Le apetece melón?

     —Tu melón es jabón azucarado… —¿Hace un platanito? —Es una fruta indecente…

    Mi desconocido por tercera veapuró el veneno rascón. Su conciencise separó del cuerpo y, como lempuñadura de un manubrio, comenzó girar en torno al cuerpo.

    Por un instante se iluminó l

    conciencia del desconocido: ¡el hatilloAllí estaba el hatillo, a sus pies…

    Aquel encuentro le tenía trastornado

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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     —¿Y una sandía? —Al diablo la sandía: no es más qu

    crujido… —Entonces, beba aguardiente…

     —¿Una copita?El barbudo que sudaba de ociguiñó.

     —Pero ¿por qué?

     —Ya he bebido… —Beba para hacerme compañía…Mi desconocido pensó algo: mir

    con desconfianza, agarró el hatillhúmedo, la hoja (de periódico); con ellapaba el hatillo:

     —¿Usted es de Tula?

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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     —¿De Tula? Faltaba más…Pensaba; no; los pensamientos s

    pensaban solos; y le ofrecían una

    mágenes: lonas, maromas, arenquesfardos llenos de algo: entre los fardosun obrero con una piel muy negra

    cargaba los fardos, destacandclaramente entre la bruma de lasuperficies volantes; y el fardo caía co

    un ruido sordo en la gabarra llena dvigas; el obrero (el conocido) de pisobre los fardos, encendió la pipa.

     —¿Se dedica al comercio?

    (¡Qué cosas!) —¡No! —Bien: pues yo soy cochero…

     —Eso ¿qué?: mi cuñado está d

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    cochero con el gran duque… —Bueno ¿y qué? —No, nada…

    De pronto…Pero de lo de pronto hablaremo

    después.

    HABÍA ALLÍ UN ESCRITORIO

    Apolón Apolónovich repasmentalmente los asuntos de la jornadasurgieron en su memoria los informes d

    a víspera; se imaginó en su mesa lopapeles, el orden en que fueron entrandas notas que él ponía a lápiz: con e

    azul: «aprobado» y un rabito en la «o

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    final; con el rojo: «a examen», y la «nsubrayada.

    Apolón Apolónovich, con l

    voluntad, trasladó el centro de lconciencia de la escalera del negociada las puertas del despacho; el jueg

    cerebral se desplazaba hacia el límitdel campo visual, como los dibujoborrosos del empapelado; la pequeñ

    pila de los expedientes se colocó en ecentro del campo visual, como uretrato.

    ¿Un retrato? — Sí, aquél:Ya no está: ya ha dejad

     Rusia…

     —¿Quién? ¿El senador? ¿El

    ¿Apolón Apolónovich Ableújov? No

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    hombre: Viacheslav Konstantínovich…Y con él, Apolón Apolónovich, ¿qupasará?

     Me parece que ya llega m

    turno…

     Mi Delvig entrañable m

    reclama…A la cola, a la cola: todo tiene s

    urno:

    Sobre la tierra se ciernenuevas nubes

    Y el huracán las…

    La pila de papeles emergió a l

    superficie de la conciencia: ApolóApolónovich se concentró en la jornadaboral.

     —Haga el favor, Guerma

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    Guérmanovich, de preparar eso; déjemacordarme…

     —El expediente del diácono Zrákov

    En esto recordó (lo había olvidado)sí, los ojos: se asombraron, senfurecieron… ¿Y para qué hizo el zig

    zag?… Muy desagradable. Y le parecíque al transeúnte ya le había visto eotra ocasión: o, tal vez, en ninguna parte

    nunca…Apolón Apolónovich abrió la puertdel despacho.

    Allí estaba el escritorio, y en l

    chimenea chisporroteaban los leñosApolón Apolónovich calentaba ante lchimenea las manos frías; mientras, e

    uego cerebral seguía construyend

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    planos vagos: —Nikolai Apolónovich…A eso Apolón Apolónovich…

     —¿…?Apolón Apolónovich se detuvo ant

    a puerta.

    El inocente juego cerebral retornespontáneamente al cerebro: es decir, amontón de expedientes e instancias

    Apolón Apolónovich tal vez hubiercreído que el juego cerebral era eempapelado de la habitación; pero eplano en ocasiones se separaba y dejab

    entrar en el centro de la vida mental a lsorpresa.

    Apolón Apolónovich recordó:

     Al transeúnte le había visto una ve

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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     figúrense — en su casa.

    En una ocasión bajaba él laescaleras; Nikolai Apolónovich

    asomándose por encima del pasamanosconversaba con alguien…; el hombre dEstado no se consideraba con derecho

    preguntar sobre las amistades de NikolaApolónovich; la discreciónnaturalmente, le impidió preguntar:

     —Dime, Kólenka, amiguito, ¿quiées tu visitante? Nikolai Apolónovich habría bajad

    a vista:

     —Bah, papá: son visitas…Por eso en aquella ocasión Apoló

    Apolónovich no se interesó ni poco n

    mucho por la personalidad de aque

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    ranseúnte, que vio en el vestíbulo coun gabancete; el desconocido tenía emismo bigote y los mismos ojo

    sorprendentes (ustedes habrán vistestos ojos de noche, en la iglesia de SaPanteleimón Mártir de Moscú, próxim

    a las puertas de Nikolski; los habrávisto en el retrato adjunto a la biografíde un gran hombre; y en cualquie

    clínica neuropatológica).También en aquella ocasión sus ojose dilataron, se iluminaron, brillaronaquello ya había sucedido una vez

    volvería a repetirse.

    De pronto, Apolón Apolónovich vi

    al otro lado de la puerta: ¡Pupitres

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    Pupitres! ¡Pilas de expedientes! ¡Ycabezas agachadas! ¡Qué intensa y eficaproducción de papeles!

    El juego cerebral del portador dcondecoraciones con brillante tenía una

    propiedades raras, muy raras, rarísimassu caja craneal se convertía en uvientre de imágenes mentales, que sencarnaban inmediatamente en estmundo ilusorio.

    ¡Oh, más valiera que ApolóApolónovich no dejara escapar una sol

    dea vana, que guardara todos supensamientos en la cabeza; pues cadpensamiento suyo se transformab

    ndefectiblemente en una image

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    espacio-temporal; y fuera de la cabezsenatorial, realizaba sus actoncontrolados!

    Apolón Apolónovich era como Zeusde su cabeza nacían diosas y genios; unde estos genios (el desconocido de

    bigote negro) surgió en forma de imagee inició su existencia  en los espacioamarillentos; y afirmaba que habí

    surgido de ellos: no de la cabeza desenador; las ideas de aquel desconocidambién eran vanas; y tenían las misma

    propiedades.

    Escapaban y se encarnaban.Una de las ideas huidas era la ide

    según la cual existía en la realidad; es

    dea retornó de nuevo al cerebro de

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    senador.El ciclo volvió a cerrarse.Apolón Apolónovich era como Zeus

    así, apenas de su cerebro surgió eDesconocido-Pallas, de allnmediatamente resurgió otra Pallas

    exactamente igual.Pallas era la casa del senador.

    El lacayo subía la escalera; ¡ohmagnífica escalera! Y los peldañosuaves: suaves como circunvolucionecerebelosas, por los cuales en más d

    una ocasión subieron ministros; eacayo ya estaba en la sala…

    La sala también era magnífica. La

    ventanas y paredes un tanto frías…

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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     Nosotros hemos observado la casgual que el senador solía juzgar a todaas cosas.

    Así: —en las raras ocasiones en quApolón Apolónovich se adentr

    en el floreciente seno de l Naturaleza, vio: el florecientseno de la Naturaleza; par

    nosotros este seno adquirídiversos aspectos y se dividía evioletas, en francesillas, eclaveles; el senador reintegrab

    las partes al todo; nosotrohabríamos dicho:

     —¡Una francesilla!

     —¡Un clavel!

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    Apolón Apolónovich decía simple escuetamente:

     —Una flor…

    Quede entre nosotrosnexplicablemente, Apolón Apolónovic

    creía que todas las flores era

    campanillas…Con esa misma brevedad lacónic

    habría descrito su propia casa, que par

    él constaba de las paredes (quformaban cuadrados y cubos), laventanas, el piso y las mesas; lo demáeran detalles…

    Pero no estaría de más qurecordáramos: lo que pasaba por altlos cuadros, el piano, los espejos, e

    nácar, la incrustación de las mesas) —

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    odo lo que pasaba por alto — era sóluna irritación de la piamater o acaso unenfermedad… del cerebelo.

    Se producía una ilusión dhabitación: que después se esfumaba sidejar huella; el golpe al cerrarse de la

    puertas del sonoro pasillo era sólo umartilleo en las sienes.

    Al otro lado de la puerta cerrada n

    había un salón, sino espaciocerebrales: circunvoluciones, sustancigris y blanca, la glándula pineal; lapesadas paredes de chispa

    centelleantes (que producían los aflujos— eran una sensación plúmbea dolorosa: de los huesos occipita

    frontal, temporal y parietal.

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    Apolón Apolónovich, sentado a lmesa con los expedientes, tenía lsensación de que su cabeza era sei

    veces más grande de lo debido y docveces más pesada de lo debido.

     NUESTRO PAPEL

    Las calles de Petersburgo tienen un

    propiedad indiscutible: transforman esombras a los transeúntes. Por econtrario, las calles de Petersburg

    ransforman las sombras en personas.Así nos lo ha demostrado el caso demisterioso desconocido.

    Surgido como idea, entró e

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    contacto, no se sabe por qué, con la casdel senador; en nuestro relato aparecien la avenida inmediatamente despué

    del senador.De la encrucijada hasta e

    restaurante en la calle Milliónnay

    hemos seguido puntualmente el itineraridel desconocido hasta llegar al mentad«de pronto», con el que todo qued

    nterrumpido.Exploremos su alma; pero anteexploremos el restaurante; incluso loaledaños del restaurante; hay razone

    para ello.Con esa misión de espionaje

    asumida voluntariamente, no hicimo

    más que anticiparnos al deseo de

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    senador Ableújov de que un agente de lDirección de Seguridad siguiera cadpaso del desconocido; mientras e

    ndolente agente permanece inoperanten la comisaría, seremos nosotros esagente.

    Mas ¿no estaremos cometiendo udesatino? ¿Servimos nosotros paragentes? Ese agente existe. Y no duerme

    o juro, no duerme.Cuando el desconocido desapareciras la puerta del restaurante, no

    volvimos y advertimos dos siluetas, qu

    caminaban entre la bruma; una era gord  alta y destacaba por su corpulencia

    pero no pudimos distinguir su cara (la

    siluetas no tienen cara); no obstante

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    ogramos ver: el paraguas abierto, lochanclos y el gorro de nutria coorejeras.

    Enclenque y diminuta era la siluetdel segundo; se le veía la cara: no nofijamos mucho, sorprendidos por un

    enorme verruga: de esta forma lorasgos faciales quedaron opacados poel desmesurado accidente (una actitu

    propia del mundo de las sombras).Fingimos contemplar las nubes dejamos pasar a la oscura pareja; a lapuertas del restaurante la pareja s

    detuvo. —¿Hum? —Es aquí…

     —Me lo imaginaba.

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     —¿Qué medidas ha tomado usted?… —Allí, en el restaurante, he situad

    a un hombre.

     —Hum… No tengo más remedio…Hum!… que desearle éxitos…

    La acción había sido planeada con lprecisión de un reloj. —¿Hum? —¿Qué ocurre? —El maldito resfriado. —Óigame: usted debía de admitir e

    sueldo…

     —No. ¡Usted no me comprende! —Le comprendo: no tiene ni par

    pañuelos.

     —¿Qué?

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     —¡Por el resfriado!… —Yo no trabajo por dinero: ¡soy u

    artista!

     —A su manera… —¿Qué? —Me curo con una vela de sebo.

    La figurilla extrajo su pañuelenmocado:

     —Transmítalo así: «Nikola

    Apolónovich lo ha prometido…» —¡La vela de sebo es un remediexcelente!

     —¡Cuénteselo todo a ellos!

     —Al ir a la cama te frotas la naripor dentro, y amaneces como nuevo.

    El pañuelo volvió a pasearse por l

    verruga. Las dos sombras s

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    desvanecían ya en la húmeda turbiedadPoco después la sombra del gordresurgió de la niebla y miró distraída l

    aguja de la fortaleza de Pedro y Pablo.Y entró en el restaurante.

    ADEMÁS, LE RELUCÍA LACARA…

    Estás acostumbrado a los «dpronto». Entonces, ¿por qué te ocultacomo el avestruz cuando se aproxima e

    nevitable «de pronto»?«Eso» se aproxima con sigilo por lespalda; a veces entra antes que tú en lhabitación; te saca de quicio: en l

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    espalda tienes la sensación de que por lespalda, como por una puerta, entran eropel; te vuelves y pides a la dueña:

     —Señora, ¿me permite que cierre lpuerta? Me pongo muy nervioso: naguanto estar de espaldas a la puerta.

    Ríen. Tú también ríes: como si nhubiera existido el «de pronto».

    «Eso» se nutre del juego cerebral; l

    encanta devorar todas las infamias depensamiento; mientras «eso» engorda, te vas derritiendo como un cirio; el «d

    pronto», un perro cebado, per

    nvisible, te precede en tu marcha y eobservador tiene la impresión de questás a resguardo de las miradas por un

    cortina de niebla: eso es tu «de pronto»

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    Habíamos dejado al desconocido eel restaurante. De pronto él se revolvió

    enía la sensación de que algo viscoso lresbalaba por el espinazo; se volvió; nhabía nadie a su espalda: pero allí, po

    a puerta, algo entraba, entraba.Apenas el desconocido dio lespalda a la puerta, entró el gordantipático; se dirigió hacia e

    desconocido, haciendo crujir la tarimasu cara amarillenta, afeitadaigeramente ladeada, flotaba en el dobl

    papo; además, la cara relucía.En ese instante nuestro desconocidse dio la vuelta: el personaje  le saludagitando la gorra con orejeras de nutria:

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     —Aleksandr Ivánovich… —¡¡Lippánchenko!!El personaje llevaba corbata: de u

    rojo arrasado, chillón, prendida con ufalso diamante de gran tamaño; vestía uraje amarillo oscuro a rayas; lo

    zapatos amarillos brillaban.A la vez que se sentaba a la mesa de

    desconocido, el personaje pidió:

     —Una cafetera… Oiga, y coñac: ahengo una botella, yo…Y en torno se oía: —¿Has bebido?

     —He bebido. —¿Has comido? —He comido.

     —Perdón, pero eres un cerdo…

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     —Cuidado —gritó el desconocidoel gordo, al que el desconocido habí

    lamado Lippánchenko, intentó poner ecodo amarillo oscuro sobre la hoja dperiódico que cubría el hatillo.

     —¿Qué pasa? —Lippánchenkretiró la hoja y vio el hatillo: lemblaron los labios.

     —Esto… ¿esto es la…?

    Los labios temblorosos parecíarodajas de salmón, no del amarillrojizo, sino del amarillo aceitoso.

     —En verdad, Aleksandr Ivánovichque es usted muy imprudente.Lippánchenko tendió hacia el hatill

    unos dedos torpes en los que brillaro

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    as piedras falsas de las sortijashinchados con las uñas mordidas (en lauñas quedaban manchas de tinte de u

    marrón igual al color del pelo; eobservador atento habría sacado estconclusión: el personaje se teñía e

    pelo). —Un movimiento más (con correr e

    codo), y pudo ocurrir… una catástrofe…

    Poniendo un cuidado especial, epersonaje colocó el hatillo sobre lsilla.

     —Los dos hubiéramos quedado…

    —bromeó de un modo repelente edesconocido.

    En torno se oía:

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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     —¿Cerdo yo? No insulte… —Yo no insulto. —Insulta, me echa en cara que h

    pagado… —Ande, coma, coma: será mejor…

     —Aquí tiene, Aleksandr Ivánovichaquí tiene, querido, este hatillo —Lippánchenko miró alrededor de soslay—; lo lleva inmediatamente a NikolaApolónovich.

     —Pero, bueno: el hatillo estará bieguardado en mi casa…

     —No conviene: a usted puededetenerle; estará más seguro allí.

    Y el gordo se inclinó y le susurr

    algo al oído:

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     —Su-su-su… —¿De Ableújov? —Su…

     —¿A Ableújov?… —Su… —¿Con Ableújov?…

     —Pero no con el senador, con ehijo: con el hatillo entréguele estcartita: aquí está…

    Lippánchenko arrimó a la cara dedesconocido su cabeza de frentestrecha; se ocultaron sus ojonquisitivos; el belfo le temblab

    igeramente; y sorbía; el desconocidprestó oído al susurro del señor gordose esforzaba por entender el contenid

    del cuchicheo que ahogaba el bullici

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    del restaurante; y chucheaban loabominables labios (así, las patas de lahormigas susurran sobre el hormiguer

    revuelto); y parecía que el cuchicheenía un horrible contenido; como s

    cuchichearan de universos y de sistema

    planetarios; pero bastaba prestar oído yel horrible contenido del susurro sreducía a cosas cotidianas.

     —Entréguele la carta…En torno se oía: —¿Qué es la verdad?

     —La verdad es verdura… —Lo sé… —Pues si lo sabes, trágatela…

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    El traje de Lippánchenko recordabal desconocido el color del empapelad

    amarillo de su cubil en la isla Vasilevel color del insomnio; el insomnio traja la memoria una cara repelente co

    unos ojos pequeñitos, mongoles; la care miraba con insistencia desde eempapelado… A la luz del día, cuandexaminaba ese lugar, sólo encontraba lahuellas húmedas, que dejaban al trepaas cochinillas. Para apartar de la menta dolorosa alucinación, se volvi

    remendamente parlanchín: —Preste oído al ruido… —Alborotan mucho.

     —Los ruidos acaban en «i», pero s

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    oye «e»…Lippánchenko, soñoliento, pensab

    en sus cosas.

     —En el sonido «e» suena algo torp resbaladizo… ¿Digo mal?…

     —No, en absoluto —y Lippánchenk

    se despegó de su pensamiento… —Todas las palabras con e  so

    mpúdicamente triviales; la «i» ya e

    otra cosa: «i-i-i» —cielo, dicha, crista—; el sonido «i-i-i» me recuerda el piccorvo del águila; pero las palabras co«e» son triviales; por ejemplo,  pez

    preste oído: p-e-e-ez, algo que tiensangre fría… O esta otra: veleta, algdeleznable; pedregal, algo amorfo; pest

    — algo desagradable…

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    El desconocido cortó su parlamentoLippánchenko le miraba con cara de pez  el humo de su cigarrillo apestaba

    Lippánchenko estaba envuelto en unnube; el desconocido le observó pensó: asqueroso, tártaro… Eres un

    vulgar “E”…»De la mesa vecina alguien, eructante

    exclamó:

     —Eructo, que eres un eructo… —Perdóneme, Lippánchenko: ¿e

    usted mongol?

     —¿A qué viene esa pregunta? —Todos los rusos tienen sangr

    mongola.

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    ¿QUÉ GUARDARROPA?

     Nikolai Apolónovich disponía en l

    casa de un dormitorio, un estudio y urecibidor.

    El dormitorio lo ocupaba un

    enorme cama, cubierta con un edredóde raso y una colcha.El estudio estaba atestado d

    estanterías de roble llenas de librosante las cuales se desplazaba por unaanillas la seda, descubriendo los lomode cuero.

    El mobiliario del estudio estabapizado de verde oscuro; había u

    hermoso busto… naturalmente, de Kant.

    Desde hacía dos años Nikola

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    Apolónovich nunca se levantaba antedel mediodía. Con anterioridad sdespertaba a las nueve, y aparecía co

    el uniforme de estudiante abrochadhasta el cuello.

    Entonces no andaba por la casa e

    bata de Bujará; no llevaba el bonete quransformaba la habitación en saló

    oriental; dos años y medio hacía qu

    Anna Petrovna, madre de NikolaApolónovich y esposa de ApolóApolónovich, había abandonado ehogar familiar, enamorada de un artist

    taliano; desde esa fuga con el artistaikolai Apolónovich comenzó a anda

    por casa en bata de Bujará: lo

    encuentros diarios con su padre a l

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    hora del desayuno cesaron por sí solos.Ahora el hijo desayunaba mucho má

    arde que el padre.

     Nikolai Apolónovich comenzó usar bata; se agenció unas babuchaártaras; se hizo con un bonete.

    De esta forma un brillante estudiantquedó transformado en hombre oriental.

     Nikolai Apolónovich había recibid

    una carta de letra desconocida: unoversos detestables con una sorprendentfirma: «Un alma ardiente».

     Nikolai Apolónovich recorri

    apresurado la habitación en busca de lagafas, revolvió los libros, y las plumas:

     —Ah-ah…

     —¡Maldita sea!…

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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     Nikolai Apolónovich hablaba solas igual que Apolón Apolónovich.

    Impetuoso, como su padre, era, igua

    que Apolón Apolónovich, de escasestatura, y mirada inquieta en la carafable; cuando se concentraba en u

    pensamiento se le petrificaba la miradaos rasgos de su cara blanca se volvían

    secos, precisos y fríos como en u

    cono; el punto de nobleza de la cara srevelaba en la frente: desembarazadacon las venas abultadas: la pulsación das venas en la frente anunciaba l

    esclerosis.Las venas azulencas concordaba

    con las orejas de los enormes ojos d

    color añil (en los momentos d

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    excitación los ojos se volvían negros: adilatarse las pupilas).

     Nikolai Apolónovich llevaba u

    bonete tártaro; si se lo hubiera quitadhabría dejado ver una mata de pelrubio como el lino, que suavizab

    aquella expresión exterior fría y severen la que asomaba la terquedadencontrar los cabellos de ese color no e

    frecuente en un adulto; ese color es mácorriente en los niños pequeños, sobrodo en Belorrusia.

    Aquí, en su habitación, Nikola

    Apolónovich se transformaba en uauténtico centro abandonado a su suerteen — en una serie de premisas lógica

    emanantes de un centro, qu

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    predeterminaban la idea, el espíritu ncluso la mesa: él era aquí el únic

    centro del universo imaginable y de

    nimaginable.Ese centro hacía deducciones.Apenas Nikolai Apolónovich habí

    ogrado escapar de las minuciacotidianas y de la ciénaga dambigüedades denominadas mundo

    realidad cuando lo trivial le secuestrde nuevo. Nikolai Apolónovich se apartó de

    ibro:

     —¿Qué pasa?…Una voz sorda y respetuos

    respondió:

     —Preguntan por el señorito…

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    Cerrado a llave y meditando en laesis de su sistema, que iba perfiland

    paso a paso, él sentía su cuerp

    derramado en el «todo»; a su vez, lcabeza coincidía con el bulbo panzudde cristal de la bombilla eléctrica.

    Esa convergencia transformaba ikolai Apolónovich en un se

    verdaderamente creador.

    Le gustaba encerrarse bajo llave: losusurros y los pasos desintegraban ldea.

    Eso había ocurrido ahora.

     —¿Qué pasa?De lejos respondió una voz: —Pregunta una persona.

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    En la cara de Nikolai Apolónovicse dibujó la alegría:

     —Ah, es el guardarropa: eguardarropa me ha traído el traje…

    Y recogiendo el bajo de la bata s

    dirigió hacia la entrada; en la escalerse reclinó sobre el pasamanos y gritó: —¿Es usted…? ¿El guardarropa? —¿Qué guardarropa?

    En la habitación de NikolaApolónovich apareció una caja d

    cartón; Nikolai Apolónovich echó llave a la puerta; cortó apresuradamentel cordón; levantó la tapa y sacó de lcaja: una careta con barba negra rizosa

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    después, un suntuoso dominó de un rojsubido, que susurró en los pliegues.

    Al rato se colocó ante el espejo

    odo vestido de raso y rojo, con lminúscula careta levantada sobre erostro; el negro encaje de la barba s

    desparramó y le cayó sobre lohombros, formando a la derecha y a lzquierda un par de fantasmagórica

    alas.Terminado el disfraz, NikolaApolónovich, con cara muy satisfechadevolvió a la caja primero el domin

    rojo y a continuación la careta negra.

    EL OTOÑO HÚMEDO

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    En enjambre verdoso pasaroirones de nubes. El enjambre verdos

    se elevaba sin tregua sobre la lejaní

    desoladora de las avenidas del Nevaentre el enjambre verdoso huía uchapitel… desde el barrio d

    Petersburgoski.Describiendo en el aire un arc

    uctuoso, una franja oscura de hollín s

    elevaba de las chimeneas; y como uncola caía en el agua.Se agitaba el Neva y gritaba po

    medio de la sirena de un barquit

    chillón, rompía las láminas de acercontra los apoyos de los puentes; amía el granito.

    Y sobre este fondo tenebroso de

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    hollín rabudo que se cernía sobre lahúmedas piedras de los parapetos demalecón, fija la mirada en las turbia

    aguas del Neva, infectadas de bacilosse recortaba precisa la silueta d

    ikolai Apolónovich.

    Ante un gran puente negro él sdetuvo.

    En su cara apareció una sonris

    desagradable; el recuerdo de un amofracasado le embargó. NikolaApolónovich recordó una nochbrumosa; aquella noche él estab

    apoyado en la barandilla; giró el cuerpoencaramó la pierna, calzada con echanclo liso, en la barandilla; e

    desenlace parecía inevitable, pero…

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    ikolai Apolónovich desmontó lpierna.

    Cuando ahora recordaba aque

    ntento frustrado, Nikolai Apolónovicesbozaba una sonrisa desagradable, ofrecía un aspecto bastante ridículo

    apado con la capa, cargado de hombro como sin brazos con la larga ala de l

    capa agitándose al viento.

     —Qué guapo —se oía en torno ikolai Apolónovich… —Una carátula clásica… —La palidez del rostro…

     —Ese perfil marmóreo…Pero si Nikolai Apolónovich hubier

    reído, las señoritas habrían dicho:

     —Horrible…

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    Allí donde a la entrada dos leoneentrecruzan jocosamente las patas dgranito gris, allí se detuvo al ver l

    espalda de un oficial que pasabaropezando en los bajos de la capa, s

    dispuso a dar alcance al oficial:

     —¿Serguéi Serguéevich?Por un instante una idea iluminó l

    cara del oficial; por la expresión de lo

    abios temblorosos se podía pensar quel oficial dudaba entre reconocerle no:

     —Ah… Hola…

     —¿Qué dirección lleva? —preguntikolai Apolónovich, dispuesto

    pasear con el oficial por la calle Moika

     —La de casa.

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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     —Entonces vamos en la mismdirección.

    Sobre ambos, entre las ventanas d

    un edificio amarillo se alineabamofletes y blasones ornados con follajde piedra.

    Como tratando de eludir en lconversación algo pasado, ambosnterrumpiéndose mutuamente

    comentaban cómo los disturbios de laúltimas semanas habían repercutido ea obra filosófica de Nikola

    Apolónovich.

    Sobre ambos, en los entrepaños dun edificio público amarillo, salineaban mofletes y blasones ornado

    con follaje.

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    Llegaron a la Moika: era el mismedificio claro de tres plantas con cinccolumnas a la entrada; y las moldura

    entre los pisos: un medallón tras otronscrito en cada medallón un casc

    romano sobre dos espadas cruzadas

    rebasaron el edificio: aquella era lcasa; y las ventanas…

     —Adiós… ¿Usted sigue?…

    El corazón de Nikolai Apolónovicpalpitó; ni un solo instante le habíabandonado el deseo de preguntarlalgo; pero, no: no le preguntó

    permaneció solitario ante la puertcerrada; le asaltó el recuerdo de uamor desdichado, más bien de un

    atracción sensual.

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    Era el mismo edificio de cinccolumnas con molduras: en el medallónun casco romano sobre espada

    cruzadas.

    De noche una calina de luz inunda l

    avenida. Se elevan iguales los focoeléctricos en medio. En los costados haun juego de luces intermitentes de loetreros; de pronto aquí brotan los rubíeuminosos; allí brotan esmeraldas. Tra

    un instante: allí los rubíes; y laesmeraldas aquí.

     Nikolai Apolónovich no veía levski; ante sus ojos permanecía aú

    aquella misma casa: ventanas y sombra

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    ras las ventanas; tal vez, voces alegresdel coracero amarillo, del baróOmmau-Ommergau; y de ella, la voz d

    ella…

    APOLÓN APOLÓNOVICHRECORDÓ

    Sí, Apolón Apolónovich recordó

    hacía poco había oído un chiste sin malntención sobre él:

     —El entona una sola nota: la de

    desprecio…Alguien salió en su defensa: —Señores: la culpa es de la

    almorranas…

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    En ese instante se abrió la puertaentró Apolón Apolónovich.

    El chiste se cortó (así, el ági

    ratoncillo desaparece rápido en lmadriguera). A Apolón Apolónovich ne molestaban los chistes.

    Apolón Apolónovich se acercó a lventana: frente por frente, más allá dos dobles cristales, distinguió do

    cabecitas: la cara borrosa de un anciandesconocido.

    Aquí, en el despacho del gra

    egociado, Apolón Apolónovich serigía en el epicentro de despachooficiales y de pupitres verdes. Aquí é

    era un foco emisor de fuerza, un

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    ntersección, un impulso; era fuerza en esentido newtoniano: y la fuerza en esentido newtoniano es una fuerza oculta

    La conciencia se desprendía dendividuo, alcanzaba un grado increíbl

    de concreción, centrándose en un únic

    punto (entre los ojos y la frente): unucecita, al encenderse entre los ojos a frente, despedía haces de rayos; la

    deas-rayos se dispersaban comserpientes, de su cabeza calva; ucreador de fantasías sin duda habrídescubierto en aquella cabeza la d

    Gorgona Medusa.La conciencia se independizaba de

    ndividuo: y el individuo era en l

    maginación del senador como una caj

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    craneal y como una funda vaciada.Desde ese sillón él repasaba con l

    conciencia toda su vida; desde este siti

    as circulares atravesaban loapartadijos de la existencia del filisteoque él identificaba con una necesida

    sexual, vegetal u otra.Sólo desde aquí él se elevaba, s

    cernía delirantemente sobre Rusia

    sugiriendo a los enemigos una inevitablcomparación (con el murciélago).Apolón Apolónovich hoy mostrab

    una rigidez especial; en lo que duró e

    nforme no asintió una sola vez con lcabeza: por caminos que sólo Dioconoce, Apolón Apolónovich habí

    legado a la conclusión de que su propi

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    hijo, Nikolai Apolónovich, era umalvado.

    Se divisaba el atlante de la entradael barbudo de piedra.

    El barbudo de piedra se alzab

    sobre el ruido de la calle, sobre lépoca del año: el mil ochocientos doce había liberado de los andamios. E

    mil ochocientos veinticinco rugió a supies en muchedumbre; también ahora, eel mil novecientos cinco, pasaba lmuchedumbre. Hace ya cinco años qu

    Apolón Apolónovich contempla desdaquí la sonrisa esculpida en piedra; lodientes del tiempo la roen. En cinc

    años se produjeron acontecimientos

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    Anna Petrovna estaba en EspañaViachesláv Konstantínovich ya nexistía; el pie amarillo escaló temerari

    as colinas de Puerto Arturo; snsurreccionó China y cayó Puert

    Arturo.

    Se abrió la puerta; el secretario, umuchacho joven, con palpitaciones duna condecoración menor, llegó solícit

    hasta el alto signatario y crujió corespeto el puño excesivamentalmidonado de la camisa. Y a su tímidpregunta tronó Apolón Apolónovich:

     —¡No, no!… Haga tal como yo le hdicho… Y, sabes tú —dijo ApolóApolónovich. Se detuvo y corrigió.

     —Tusted…

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    Quiso decir usted, pero le salió«sabes… tusted…».

    De sus distracciones corría

    eyendas.

    LOS DEDOS FRÍOSApolón Apolónovich Ableújov, co

    abrigo gris y sombrero de copa negro

    con cara pétrea que recordaba a upisapapeles, abandonó rápido el coche subió ágil los peldaños de la entrada

    quitándose sobre la marcha los guantes.Entró en el vestíbulo. La chisterpasó al lacayo.

     —Dígame: ¿por aquí viene co

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    frecuencia un joven? —Aquí suelen venir jóvenes

    excelencia.

     —Pero… ¿con un bigotito? —¿Con un bigotito? —Sí, y… con gabán…

    El portero cayó en la cuenta: —Una vez estuvo aquí uno… vino

    ver al señorito.

     —¿Con bigotito? —¡Exactamente, señor!Apolón Apolónovich permaneció u

    rato parado: de pronto Apoló

    Apolónovich entró.Cubría las escaleras una alfombra d

    erciopelo gris; ese mismo terciopel

    gris tapizaba también las paredes. La

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    paredes bruñían, adornadas con armaantiguas: bajo un escudo tocado por everdín brillaba un yelmo lituano; fulgí

    a empuñadura de una espada dcaballero; aquí se oxidaban las espadasallí se reclinaban las alabardas; s

    entrecruzaba el cachorrillo con la maza.El vano superior asomaba a un

    balaustrada; aquí, desde su opac

    pedestal, una Niobe inmóvil elevaba acielo sus ojos de alabastro.Apolón Apolónovich abrió precis

    a puerta, cargando su mano huesud

    sobre el pomo tallado.

    ASÍ OCURRE SIEMPRE

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    Una veta fosforescente, brumosa mortecina, recorrió el cielo; un brillfosforescente enturbió las alturas

    arrancó fulgores en los tejados chimeneas de cinc. Corrían aquí laaguas del río Moika; en una de su

    orillas se levantaba aquella casa de treplantas; en la parte superior sobresalía cornisa.

     Nikolai Apolónovich, embozado eas pieles, caminaba por la Moika: lcabeza caída sobre la capa; sacudían salma pasiones para las que no existía

    nombres; algo pavoroso, dulce…Pensaba: ¿y si es el amor? Recordó.Se estremeció.

    Pasó un haz de fuego: un carruaj

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    negro de palacio: ante las concavidadesanguinolentas de las ventanas desplazsus faroles, como inyectados en sangre

    sobre el agua negra del Moika brincaro  refulgieron: el perfil fantasmagóric

    del tricornio del cochero y el contorn

    de las alas del capote pasaron velocecon fuego de la niebla a la niebla.

     Nikolai Apolónovich permaneció u

    rato ante la casa y, de pronto, penetró eel portal.La puerta cedió ante él; y su ruido a

    cerrarse le golpeó la espalda; qued

    rodeado de oscuridad; como si hubierquedado despojado de todo (asprobablemente, ocurre en el instant

    primero de la muerte); Nikola

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    Apolónovich ahora no pensaba en lmuerte, pensaba en sus propios actos; su comportamiento en la oscurida

    adquirió una impronta fantástica; ssentó en el peldaño frío ante la puertaenterró la cara en las pieles, escuchand

    os latidos del corazón. Nikolai Apolónovich permanecí

    sentado en la oscuridad.

    La sinuosidad de piedra deCanalillo de Invierno ofreció a la vistunos espacios lacrimosos; el Neva s

    abalanzó con empellones de vienthúmedo; fulguraban mudos los planovolátiles, la fachada lateral de los cuatr

    pisos del palacio brillaba con la luna.

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     Nadie, nada.Sólo el canal dejaba correr el agua

    subió presurosa al puente aquell

    sombra femenina, ¿para arrojarse aagua?… ¿Era Liza? No, unpetersburguesa cualquiera; cruzó e

    Canalillo, y se alejó de la casa amarillen el malecón Gagarin, al pie de la cuaella permanecía cada noche y pasab

    mucho tiempo mirando por la ventana.Más adelante iba abriéndose lplaza; las estatuas verdosas, de broncea surgían por todas partes; Hércules

    Poseidón seguían observando; tras eeva se levantaba una mole: las silueta

    de las islas y de las casas; la mol

    raspasaba con sus ojos ambarinos l

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    niebla y parecía llorar.Más arriba unas siluetas difuminada

    alzaban implorantes al cielo sus mano

    hechas jirones; enjambre tras enjambrse levantaban sobre el agua del Nevadesplazándose hacia el cenit; y cuand

    rozaban el cenit, del cielo se lanzabmpetuosa sobre ellas una manch

    fosforescente.

    La sombra femenina, hundida la caren el manguito, corrió a lo largo del ríMoika hacia el mismo portal, de dondsalía al anochecer, en el cual ahora

    sentado en un peldaño frío, ante lpuerta, estaba Nikolai Apolónovich; sabrió ante ella la puerta de la calle,

    ras ella se cerró la puerta de la calle

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    escena de una extrañeza inenarrable; lnegra silueta de la señorita se lanzhacia la puerta abierta.

    A su espalda, de las tinieblas surgiun payaso susurrante con una máscarbarbuda, temblona.

    Se veía desde la oscuridadsilenciosas y lentas se deslizaron dehombro las pieles de la capa, dos brazo

    rojos se tendieron hacia la puerta; scerró la puerta, interrumpiendo el haz duz, sumergiendo otra vez la escalera d

    entrada en la oscuridad más total.

    Un segundo después salió a la callikolai Apolónovich; por debajo de l

    capa le asomaba un trozo de seda roja

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    escondiendo la nariz en la esclavinacorría hacia el puente.

    En el puente de hierro se volvió; no vio nada; sobre el pretil húmedosobre el agua verdosa infestada d

    bacilos bajo el viento del Neva sólo vipasar un bombín, un bastón, un abrigounas orejas, una nariz y un bigote.

    ¡NO LE OLVIDARÁS JAMÁS!

    Hemos visto en este capítulo asenador Ableújov; hemos visto tambiéos pensamientos ociosos del senado

    concretados en la casa del senador

    concretados en el hijo del senador, qu

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    ambién albergaba en su cabezpensamientos ociosos propiosfinalmente, hemos visto también un

    sombra ociosa: al desconocido.Esta sombra surgió casualmente e

    el pensamiento del senador Ableújov

    allí desarrolló su efímera existenciapero el pensamiento de ApolóApolónovich es un pensamient

    fantasma, porque su existencia eefímera y fruto de la fantasía del autorun ejercicio innecesario, ociosocerebral.

    El autor, una vez colgados locuadros de las ilusiones, debería dretirarlos lo más pronto posible

    quebrando el hilo del relato en est

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    misma frase, por ejemplo; pero… eautor no procederá así: tiene para ellsuficientes razones.

    El juego cerebral no es más que unmáscara; bajo esta máscara se produca invasión del cerebro por múltiple

    fuerzas: y aunque Apolón Apolónovichaya sido tejido por nuestro cerebro, nobstante, logrará intimidar con un

    cierta existencia abracadabrante, quataca de noche. Apolón Apolónovicestá dotado con los atributos de esexistencia; todo su juego cerebral est

    dotado con los atributos de esexistencia.

    Su cerebro quedó excitado por e

    misterioso desconocido; por lo tanto

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    ese desconocido existe, existrealmente: y no desaparecerá de laavenidas petersburguenses mientra

    exista un senador con semejantepensamientos, porque la idea tiene en lconsecuencia una existencia propia.

    ¡Sea, pues, nuestro desconocido udesconocido real! ¡Y sean las dosombras de mi desconocido sombra

    reales!¡Esas sombras oscuras seguirán lopasos del desconocido igual que edesconocido sigue de cerca al senador

    ambién el senil senador te perseguirá i, lector, en su coche negro: y desd

    ahora no le olvidarás jamás!

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    FIN DEL PRIMER CAPÍTULO

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    SEGUNDOCAPÍTULO

    que trata de una cita, llena de

    consecuencias

    Aunque me dediquen mis colega burlas escritas y orale

    soy un burgués, como es notorioy demócrata, por tanto

    A. PUSHKIN

    LA CRÓNICA DE SUCESOS

     Nuestros ciudadanos no leen l

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    «Crónica de sucesos» de los periódicosen octubre del año mil novecientocinco los respetables ciudadano

    probablemente leían los editoriales dl Camarada, siempre que n

    estuvieran suscritos a los periódicos d

    reciente aparición.Todos los demás habitante

    genuinamente rusos se volcaban en l

    ectura del  Diario de Sucesos; tambiéme volcaba yo; con la lectura del Diariestoy muy bien informado; ¿acasalguien leía las noticias de robos, d

    brujas y de duendes? Leían los artículode fondo. La noticia que aquí se exponno la recordará nadie.

    Aquí están los recortes de prensa d

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    aquella época (el autor se mantendrcallado): además de las noticias sobratracos, violaciones, robo de brillantes

    a desaparición, en una pequeña ciudade provincia, de un literato cobrillantes valorados en una sum

    considerable, tenemos informaciones dauténtica fantasía, que harían perder eseso hasta a los lectores de Cona

    Doyle.

     EL DIARIO DE SUCESOS 

     Primero de octubre. «Basándonoen el relato de la practicante N. Ndamos noticia de un misterios

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    acontecimiento; la noche del primero doctubre, N. N. pasaba cerca del puentde Chernyshov. Allí, en la

    proximidades del puente, contempló uextraño espectáculo: sobre el canacerca del puente, se agitaba un domin

    rojo; el rostro del dominó iba cubiertcon una careta negra.»

     Dos de octubre. «Basándonos en e

    relato de la maestra de escuela M. Mnformamos al respetable público de umisterioso acontecimiento; la maestrM. M. impartía sus clases diurnas; la

    ventanas de la escuela daban a la callea maestra, junto con los pequeño

    revoltosos, se acercó a la ventana; ¡e

    an fácil imaginarse el desconcierto d

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    a clase y de su pedagoga, cuando udominó rojo, rodeado del polvo que émismo levantaba, asomó por la ventan

    su cara cubierta con una careta negra! Ea escuela de O. O. las clases fuero

    suspendidas…»

    Tres de octubre. «En una sesión despiritismo en casa de la baronesa de RR., los espíritus congregados formaro

    una cadena: en el centro de la cadena fudescubierto un dominó rojo, que con lopliegues de su mano rozó la punta de lnariz del consejero S. Un médico de

    hospital de G-us detectó en la nariz dS. una quemadura: se especula con qua punta de la nariz podría queda

    cubierta de manchas violáceas.»

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    Finalmente: Cuatro de octubre. «Lohabitantes de la barriada de Iemprendieron la huida al aparecer u

    dominó rojo: se recogen firmas dprotesta; ha sido llamada una centuria dcosacos.»

    ¿Quiénes son N. N., quién es M. Mresponsable de clase, R. R., etc.?

    ¿Qué es un corresponsal de prensa

    Es el colaborador de un periódicocomo colaborador de un periódico (lsexta potencia del mundo) cobra poínea cinco, siete, diez, quince o veint

    kopeks.Tales son las propiedade

    venerables de los colaboradores de l

    prensa de derechas, del centro, de lo

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    moderadamente liberales y de lorevolucionarios; y se descubre la clavde la verdad sobre el año mi

    novecientos cinco, la verdad sobre lque el  Diario de Sucesos  publicó bajel título de «El dominó rojo». Eso es l

    que ocurrió: el colaborador de uprestigioso diario se valió de un hechrelatado en una casa particular por l

    dueña; así pues, la responsabilidad nes del honorable colaborador, que cobra tanto la línea; así pues, lresponsabilidad es de la señora…

    ¿Qué señora?Una señora.Esa señora, en una ocasión, cont

    entre risas que acababa de tropezar en e

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    portal oscuro con un dominó rojo; lconfesión de la dama llegó al Diario dSucesos; una vez en el  Diario dSucesos, se fraccionó rápidamente euna serie de acontecimientos que nhabían tenido lugar. ¿Qué ocurrió?

    SOFÍA PETROVNA LIJÚTINA

    Sofía Petrovna Lijútina scaracterizaba por su exuberantcabellera, y era extraordinariament

    plástica: si Sofía Petrovna Lijútina ssoltara su cabellera negra, el pelo lcubriría toda la espalda y le llegaríhasta la pantorrilla; francamente, ella n

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    sabía qué hacer con ese pelo, tan negroque probablemente… debido al pelo, a su negrura, sobre el labio de Sofí

    Petrovna apuntaba un bozo, que lamenazaba con un bigotito a la vejez; sez era algo extraordinario; era de u

    color auténticamente perlado, con umatiz de un blanco rosáceo como lodelicados pétalos del manzano; cuand

    algo turbaba a la pudorosa SofíPetrovna, ella se ponía colorada.Los ojitos de Sofía Petrovna no era

    ojitos, sino ojos: unos ojazos de u

    color azul oscuro (dejémoslos en ojos)Esos ojos ora brillaban, ora sopacaban, ora daban la impresión d

    orpeza, de estar desteñidos, empotrado

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    en las cuencas hundidas, de un tétricazul: bizqueaban; sus labios rojísimoeran unos labios demasiado grandes

    pero… los dientes (¡qué dientes!): eradientes de perlas! Además, aquella risnfantil… Aquella risa confería a lo

    abios abultados un encanto especial; no hablemos ya del talle, muy flexibleodos los movimientos del talle y de l

    nerviosa espalda eran unas vecempetuosos, otras indolentes.Llevaba un vestido negro co

    cremallera en la espalda, ajustado a su

    generosas formas; digo  generosaormas, lo cual evidencia u

    agotamiento de mi vocabulario; y l

    banal expresión «generosas formas

  • 8/20/2019 Petersburgo - Andrei Biely

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    encierra una amenaza para SofíPetrovna: la gordura prematura a loreinta años. Sofía Petrovna Lijútin

    enía veintidós.¡Ay, Sofía Petrovna!Vivía en un apartamento en l

    Moika; de las paredes descendíacascadas de inquietos y deslumbrantecolores: de un rojo encendido al